La efervescencia que está viviendo el mundo de la comunicación en su más amplia acepción (empresas periodísticas, agencias de comunicación, de publicidad, de medios, de RR.PP, periodistas...), sobre todo por el efecto online y más aún por los medios sociales, ha provocado un living la vida loca de tal calibre que hasta mi madre va a querer dedicarse a ‘esto de ser community manager’.
Se está convirtiendo en tan importante el community manager que hasta se está buscando al padre de la criatura, quién lo mentó primero... como si del origen de las especies o del universo se tratara. Y lo más gracioso es que es más sencillo que todo eso. Se trata de cambiar conceptos de cómo se comunica, de contar historias reales y no vivir de las eternas promesas, que ya no es suficiente, de no hacer discursos y sí de conversar y de cómo reflejarlo y materializarlo en nuestros objetivos de comunicación.
A mi madre trato de explicarle que no se preocupe, que sigo trabajando en lo de siempre, en comunicación, a eso a lo que siempre quise dedicarme desde que tenía 10 años, pero que Internet ha sido un tsunami de tal calibre que algunos cimientos se están moviendo (incluso tambaleando) y que estoy asistiendo a un momento clave en mi vida profesional, gracias a toda una revolución que se gesta cada día en tiempo real.
Y si alguien le pregunta que a qué me dedico, le digo que no se líe con los términos anglosajones: simple y llanamente sigo comunicando cada día, con más o menos acierto, con la toda la honestidad que está en mis manos para los públicos de la empresa para la que trabajo, que lo hago con pasión y con dedicación, que trato de aprender y mucho, porque en muchas ocasiones el día a día me pone en mi sitio (gracias a Dios), que intento intensificar las relaciones de una marca con sus clientes, con sus consumidores, estableciendo una conversación lo más de tú a tú posible (que no siempre es fácil pero tampoco tan complejo: naturalidad), que escuchar es más importante que lanzar mensajes...
Pero lo que de verdad es importante en el siglo XXI es que el comunicador, se llame community manager o se llame como se llame, no es el centro del universo, sino el mero transmisor, el humilde mensajero... La carta, el email, la voz, la imagen... y el destinatario, es lo que cuenta de verdad y lo que tiene relevancia. Si no tomamos conciencia de ello, la pregunta en un futuro muy cercano puede ser ‘¿qué fue del community manager?’.
Cristina Fernández
Periodista. Comunicación Digital, Repsol