Harvey Pekar, pope del tebeo underground y en primera persona, ha muerto a los 70 años de edad, a causa de un cáncer de próstata aún más agravado por su asma y su depresión.
Si no hubiera muerto, seguro que habría tramado un tebeo de su propio funeral, ya que ya superó el cáncer linfático que le diagnosticaron hace 20 años con su libro Our Cancer Year.
Yo soy el protagonista
Pekar elevó el modelo de antihéroe americano, el de loser sin remedio, a la categoría de arte, si bien alcanzó la fama en más de una ocasión.
Desde los 26 años trabajó como archivista en un hospital de veteranos y ninguno de sus picos de popularidad lo apartaron de su entorno laboral, que inmortalizó en muchas historietas inolvidables -por divertidas y tristes-.
Aunque se le coloca bajo el paraguas del cómic underground nacido con la contracultura de los sesenta, Pekar llegó algo más tarde, en 1975.
Su amistad con Robert Crumb, que entabló por la vía del jazz y no de los tebeos ni de la literatura, lo colocó en el mundo del cómic. Fue el autor autobiográfico más prestigioso el que, entre discusiones sobre discos de 78 revoluciones por minuto de antiguos cantantes, lo animó a exorcizar sus desgracias a través de las historietas.
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