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Covid19: Sombras de sospecha sobre Wuhan (V) Dr. Juán Fueyo
“El coronavirus fue un experimento que se les fue de las manos a los chinos...
Pero también está implicado EEUU, y con dinero de los contri-buyentes...
La ‘ganancia de función’, que es la investigación para que un virus sea más potente, está prohibida en EEUU. Por eso lo ‘externalizaron’ a China. Y encima sin pringarse. Ya sabemos que salió del laboratorio de virología de Wuhan; la tesitura es ahora saber por qué salió” «Estados Unidos seguirá trabajando con socios que piensan como nosotros en todo el mundo para presionar a China para que participe en una investigación internacional completa, trasparente y basada en evidencias».
El pasado 26 de mayo el presidente estadounidense Joe Biden, anunció que sus servicios de inteligencia estaban tratando de esclarecer el origen del covid-19. Hasta ese momento, el asunto se había despachado con una única versión oficial: el coronavirus pasó del murciélago al humano de forma directa o a través de otra especie. Un mercado de marisco de la ciudad china de Wuhan, en la que presuntamente se vendería carne de especies prohibidas para su consumo, fue el punto de partida. Sin embargo, Biden admitía ahora la posibilidad de que el virus haya salido del Instituto de Virología de Wuhan, con un nivel de bioseguridad 4.
Las miradas se volvieron en ese momento hacia quienes hasta entonces eran considerados «conspiranoicos» y «negacionistas». Uno de ellos es el naturalista y divulgador científico Álex N. Lachhein, colaborador habitual del programa Cuarto Milenio, de Iker Jiménez. Estudioso de los animales, Lachhein nunca aceptó las explicaciones sobre el salto del coronavirus desde los quirópteros a las personas.
Comenzó a investigar y a publicar artículos que fueron desechados por oponerse a la verdad oficial. Ahora, recopila todo ese trabajo en Wuhan. Peste roja y caso abierto (LibrosLibres), un libro que ve la luz en el momento oportuno.
Lachhein cuenta cómo se obró en él una transformación que le ha llevado hasta este punto. «Aquí en España también tenemos murciélagos de herradura», dice sobre el quiróptero sospechoso. «Es un animal sumamente beneficioso, es un polinizador, como una abeja nocturna. Y destruye millones y millones de mosquitos, insectos voladores. Entonces, en cuanto vi que me cargaban las tintas sobre ellos, me llevó a investigar esto». Así, descubrió una primera toma de contacto con el coronavirus de los murciélagos: el guano. Los excrementos de estos animales son un preciado producto para los cultivadores de cannabis, entre otros, por sus propiedades como abono natural. Para su recolección, los extractores tienen que entrar en cuevas gigantescas donde viven millones de animales. Pero hace falta algo más que manipular guano para comenzar una epidemia mundial.
«Hace un año», recuerda, «cuando estábamos todos encerrados, me negaba a creer que hubiera sido nada, ni militar ni voluntario. Pensaba que había sido un accidente. En cambio, hoy estoy convencido de que fue provocado y que es un asunto militar. Ya no estamos en la tesitura de si salió o no salió del laboratorio de Wuhan, porque sabemos que salió de allí. Ahora estamos en otra tesitura: de por qué salió y con qué fin salió. Creo que fue un experimento que se les fue de las manos», sentencia. «También están implicadas las potencias occidentales, como Estados Unidos, y con dinero de los contribuyentes».
En el laboratorio de Wuhan, denuncia, «se investigaba la ganancia de función, que es un mecanismo por el cual se manipula un virus para que sea más efectivo, más peligroso, más letal y, sobre todo, que pueda saltar la barrera de especie. Eso es una bomba de relojería y Obama lo prohibió en Estados Unidos. En Europa también está prohibido. ¿Qué hicieron? Financiar al Instituto Virología de Wuhan. Hay cerca de 600.000 dólares que ya se han detectado de esta vía».
Así, «podían investigar esto sin pringarse, pero teniendo un ojo puesto en China. Porque, evidentemente, hablamos de armamento biológico». Además, el hacerlo en China con dinero de los estadounidenses «posibilita a estos que los chinos no se les adelanten con los descubrimientos y estar al tanto de lo que se cuece allí».
Lachhein afirma que las palabras de Biden confirman sus hipótesis. También ataca a quienes le señalaron a él y a los que, como él, se cuestionaron lo que en un momento fueron verdades irrefutables. «Lo de negacionista y conspiranoico es un estigma moderno para, de alguna manera, acorralar y denigrar a los disidentes, como la insignia con la estrella de David amarilla». Y señala a los grandes medios de comunicación: «Enciendes la televisión o la radio y todos dan la misma única versión. No hay más que ver a los verificadores de datos, cómo manipulan a la opinión pública de una manera vergonzosa y totalmente sesgada». Y aún más: «La situación es tan clara, la evidencia científica es tan irrefutable y la versión oficial hace aguas por todos lados que al final Facebook y el resto de redes sociales han tenido que dar marcha atrás». Luego, apunta más arriba: «El circo de la OMS ha sido una vergüenza».
Y ahora, ¿qué va a pasar? «Me temo que de aquí a dos o tres meses mi libro estará absolutamente desfasado, porque la información está llegando como un alud», reconoce el autor. Respecto a la depuración de responsabilidades, señala que «van a buscar cabezas de turco y lo van a dejar como un caso de corrupción, de cinco o seis científicos estadounidenses que iban por libre y que no tenían nada que ver con estamentos superiores».
Así, uno de los nombres que señala es el de Anthony Fauci, máximo responsable de virología de EEUU. Respecto al país en que surgió todo, es más escéptico: «China no es un ejemplo de libertad, democracia y transparencia. Entonces, los chinos van a tirar balones fuera todo lo que puedan y un poco más. No se va a poder entrar allí, pero esto se va a descubrir tarde o temprano».
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