Un cardiólogo es enviado a la jubilación, pero se siente perdido sin su trabajo. Regresa a su pueblo natal para trabajar como médico generalista. Este es el comienzo de su terrible experiencia: se enfrenta a la cruda realidad, que finalmente lo pone de rodillas. Pero la música tiene la última palabra.
Con la música siempre presente, aquí como refugio personal y happy place, y un arranque que parece situarnos ante otra comedia amable encabezada con alguien que se resiste a aceptar el paso del tiempo, Szabó dirige su mirada –pausada, crítica, implacable– a la Hungría de hoy, sus contradicciones intrínsecas y las tribulaciones de la sociedad moderna: la corrupción, las fake news, la rentabilidad ante todo.
Un giro con no pocos elementos autorreferenciales –es fácil ver en el Doctor Stephane al mismo Szabó, un profesional en plenas facultades que el sistema decide jubilar– y un poderoso halo de melancolía, que, sin resignarse nunca, sí pierde algo de fuerza cuando apuesta por el humor blanco, tan inofensivo como innecesario.
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