Lo del millón de amigos que Roberto Carlos decía querer tener quedó descartado ya hace décadas, por la afirmación de Robin Dunbar que sentenció que el número máximo de personas con las que uno puede mantener una relación amistosa estable es de 150. Todo esto, como seguramente conocen, tiene que ver con el tamaño de nuestro neocórtex cerebral y su capacidad para procesar. Cierto que también señalaba que nuestras relaciones sociales pueden alcanzar hasta las 1.500 personas, pero ya entraríamos en el ámbito de los 'conocidos'. Lejos del millón, en cualquier caso.
Al margen de la controversia que el llamado número Dunbar generó, ya habíamos comprobado por el asunto de las redes sociales que lo de 'amigos' exige con frecuencia inexcusables comillas. Aun así, y con todas las suspicacias, ahí está Facebook, que nos permite tener 5.000 amigos, como si no hubiéramos comprobado que, de llegar a ellos, la mayoría nos resultan desconocidos o, como mucho, son amigos de amigos, o personajes que a saber por qué acabaron teniendo adjudicado un título tan importante si no tenemos ni la más remota idea de quiénes son ni de dónde salieron, pero, eso sí, pretenden vendernos algo, hacernos partícipes (y contribuyentes de algún modo) de sus iniciativas, o, lo que es peor, atiborrar nuestro correo o nuestro muro con el infumable fruto de su inspiración.
Ahora, Robin Dunbar vuelve a presentar ante seguidores lo detractores el resultado de unos estudios que en realidad ratifican lo que ya, por lo menos, sospechábamos: los amigos son buenos para la salud. Lo que nosotros resolvemos con un expeditivo 'qué bien nos lo pasamos', el psicólogo, antropólogo y biólogo evolucionista británico lo explica diciendo que por un lado están las endorfinas que se generan en el cerebro cuando socializamos, lo que vendría siendo un subidón de opiáceos, para entendernos, y por otro el efecto de esas endorfinas maravillosas, que activan el sistema inmunológico, lo que se traduce en que la presencia de amigos nos permite recuperarnos más rápido de las enfermedades y hasta ser más resistentes a ellas. Más allá de la explicación científica, que sin duda la hay, lo que sí sabemos, porque para eso vimos 'La bola de cristal', es que «solo no puedes, con amigos sí», y cualquier proyecto, cualquier decisión, cualquier meta, es más fácil de conseguir si te acompaña gente que te entiende y te quiere. Conocemos el poder curativo de esos abrazos, el modo en que nos reconocemos en la mirada de los que son compañeros de viaje desde hace tantos años, la magia de las risas compartidas, las conversaciones que se convierten en terapia, el modo en que las nubes negras se disipan después de una tarde de palabras y complicidad. Que todo eso luego se traduzca en que nuestro organismo funcione mejor, es un regalo añadido en el que ni siquiera habíamos pensado.
Sea exacto o no lo del número Dunbar, lo que sí es verdad es que en tiempos como los que nos tocan no deja de ser un alivio pensar que ese esfuerzo que a veces supone salir y encontrarnos con amigos funciona como un buen antidepresivo, como un buen chute de vitaminas.
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