miércoles, 22 de marzo de 2023

Nuevos fármacos hacia una psiquiatría de precisión.

 



Por Cristina G. Real

Estamos entrando en la era de la psiquiatría de precisión; hay una esperanza fundada de que nos encontremos ante un cambio de paradigma en el desarrollo de nuevos medicamentos en el ámbito de la salud mental». Así lo afirma Eduard Vieta, jefe del Servicio de Psiquiatría y Psicología del Hospital Clínic de Barcelona y director científico del Cibersam.

En su opinión, los 163 compuestos que la industria farmacéutica tiene en la actualidad en desarrollo en este ámbito –frente a los 138 de octubre de 2019– son pocos si se compara con la I+D del sector en otras áreas, pero sí representan un avance cualitativo puesto que «la gran mayoría son fármacos innovadores. Si miramos siete años atrás veríamos que muchos de los fármacos en desarrollo o que llegaban al mercado aportaban ventajas muy pequeñas respecto a lo que había previamente», señala.

Es más, Vieta considera que a medida que avance la psiquiatría de precisión y el empleo de biomarcadores más específicos –los que se manejan de momento, como los de inflamación o neuroplasticidad, son genéricos o muy transversales en toda la patología psiquiátrica–, se producirán saltos cualitativos aún más relevantes, porque «podremos, por ejemplo, establecer subpoblaciones genéticas para las que habrá fármacos con una indicación más específica, o porque habrá biomarcadores u otras pruebas que no se basarán solo en la clínica».

El psiquiatra explica que las indicaciones que la FDA y la EMA aprueban en la actualidad se basan en descripciones de agrupaciones de síntomas, «pero no en sustratos biológicos o dianas biológicas que son sobre lo que realmente actúa un fármaco», y añade que «la correlación entre lo biológico y lo clínico es imperfecta; por eso es bastante más difícil tener éxito con un psicofármaco que con fármacos para otras patologías».

No obstante, señala que «todavía es un poco prematuro y no hemos llegado aún al punto de disponer de biomarcadores fiables y específicos», aunque, insiste, «nos acercamos a la psiquiatría de precisión», en parte también porque las propias compañías farmacéuticas buscan desarrollos que reporten más beneficios que los llamados me too (medicamentos muy parecidos a los ya existentes) que compiten en un mercado, además, en gran parte formado por genéricos en la actualidad».

Con todo, las 25 moléculas más que conforman el arsenal en I+D actual frente al de 2019, según los datos de la patronal farmacéutica estadounidense PhRMA, constituyen también un pequeño salto cuantitativo. La organización estadounidense recoge en el informe todos los compuestos que están desarrollando las farmacéuticas con presencia en EEUU, es decir, la práctica totalidad del sector, e incluye productos entre las fases I y III de investigación clínica, y los que están pendientes de una decisión regulatoria.

En línea con la prevalencia de las enfermedades en esta área, la depresión se lleva la palma y es la patología para la que más compuestos se están desarrollando (54), seguida de la esquizofrenia y los trastornos de ansiedad, ambos con 35 compuestos en desarrollo.

Efectivamente, en los últimos dos o tres años se han descubierto «nuevos mecanismos de acción innovadores que están transformando las áreas terapéuticas de la depresión y la esquizofrenia», indica Vieta. Varias son las compañías que están trabajando en líneas innovadoras de investigación y desarrollo, pero solo nueve tienen más de un compuesto en la última fase de ensayos clínicos o a la espera de decisión regulatoria, según el informe de PhRMA. Dos de ellas, la estadounidense Janssen y la danesa Lundbeck, acumulan una larga trayectoria de especialización en el campo de la salud mental y cuentan con aportaciones significativas en el pipeline actual.


La primera, en concreto, puso a disposición de los pacientes españoles en 2022 la esketamina en pulverizador nasal, «el primer y único fármaco aprobado en España para la depresión resistente al tratamiento, un ámbito en el que no se había lanzado un nuevo mecanismo de acción en los últimos 50 años, y con importantes necesidades no cubiertas», 


y el palmitato de paliperidona semestral para esquizofrenia, «el primer y único antipsicótico que se administra dos veces al año, lo que supone el intervalo de dosificación más largo disponible para un antipsicótico en Europa, con la ventaja que esto implica en la calidad de vida y el riesgo de recaída», dice Henar Hevia, directora médica de Janssen España.

Hevia coincide con Vieta en que la investigación en neurociencias es especialmente desafiante, «teniendo en cuenta la dificultad que entraña este ámbito, dada la complejidad en el acceso al tejido cerebral o la investigación aún en curso sobre biomarcadores claros».

Lundbeck, por su parte, trabaja en formulaciones mejoradas de algunos de sus productos más emblemáticos y en nuevas líneas terapéuticas, tras más de 70 años de I+D+i focalizada en el sistema nervioso central, «lo que nos permite ser un referente en tratamientos para depresión, esquizofrenia, trastorno bipolar, enfermedad de Alzheimer y enfermedad de Parkinson, así como un partner de instituciones científicas, médicas y sociales del entorno de la salud del cerebro», afirma Susana Gómez-Lus, directora médico y de Acceso al Mercado de la compañía en España. La investigación de la compañía se dirige a cuatro áreas: los circuitos neuronales, la agregación, plegamiento y aclaramiento de proteínas, la señalización hormonal o de los neuropéptidos y la neuroinflamación y neuroinmunología.

La patología para la que más fármacos se hacen es la depresión, la más prevalente. Ver

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