La conmemoración del vigesimoquinto aniversario de la firma de esta Convención o Convenio supuso para Europa y los países que se adhirieron al mismo todo un reto para conseguir crear las bases normativas, aspectos y líneas de la ciencia que no pueden ni deben ser traspasados por el ser humano.
El Foro Jovellanos, con el apoyo del Ayuntamiento de Gijón y la colaboración de la Sociedad Internacional de Bioética (SIBI), ha valorado que un hecho, resultado de un esfuerzo constructivo de primera magnitud, concluyera con la firma del Convenio en nuestra comunidad autónoma del Principado de Asturias.
Un tratado impulsado por el Consejo de Europa y suscrito en la capital del Principado de Asturias el 4 de abril de 1997. El objetivo de este Convenio es impedir el abuso del desarrollo tecnológico en lo que concierne a la Biomedicina y proteger la dignidad humana y los Derechos Humanos.
Teniendo a la naturaleza como un todo, incluido el ser humano, y aplicando ese gran respeto, Jovellanos trataba de tejer un diálogo racional en el que encontrar una plena armonía que repercutiera en las nuevas formas de estudio y enseñanza. La naturaleza es tratada y concebida por Jovellanos con gran admiración y respeto.
En este sentido escribió:
Pero estos dones preciosísimos, dados al hombre para conocer la naturaleza y poseerla, ¿serán convertidos por su orgullo en instrumentos de opresión y de ruina? A la verdad que en ellos se encierra, por decirlo así, el título de su soberanía. Pero si el hombre hubiese de ejercerla según su albedrío o sus pasiones, ¿nacería tan débil y desnudo, tan tímido y desarmado como sale al mundo? Sin duda que entonces la Providencia le habría dotado de más vigor y agilidad que a las otras criaturas, y dándole una fuerza superior a la fuerza y poder de los elementos. Entonces no le hubiera cercado de tantos peligros ni sujetado a tantas necesidades y miserias. Reconozcamos, pues, que no teniendo otra superioridad que la de nuestra razón, si por ella dominamos en la naturaleza, debemos también dominar según ella. […]
Pero guardaos, amados compatriotas, de abusar de este precioso instrumento; guardaos de aplicarle a objetos que no son dignos de su excelencia y nuestra voluntad. No olvidemos jamás que nos fue dado para mejorar nuestra existencia y concurrir al bien del género humano, y que si somos llamados al estudio de la naturaleza, no es para satisfacer nuestro orgullo, sino para socorrer nuestra miseria. […]
¡Qué! ¿no será en el hombre necia temeridad arrojarse a medir la inmensa extensión de los cielos, sin conocer la tierra que habita y le alimenta?
(G. M. de Jovellanos: “Oración inaugural, o exhortación al estudio de las ciencias útiles” Gijón, 1794).
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