En 1936 se le diagnosticó esclerodermia, una grave enfermedad degenerativa que le acompañaría el resto de su vida, aunque siguió trabajando a buen ritmo. En 1940 fue internado en una clínica de Muralto-Locarno, donde falleció el 29 de junio.
Paul Klee
La llegada al poder del nazismo constituyó una tragedia para Paul Klee. Los nazis lo acusaron de practicar un arte degenerado (lo que no impidió que robaran y escondieran algunos de sus cuadros) y lo empujaron al exilio, hecho que lo sumió en una gran depresión de la que no llegó a recuperarse nunca.
Pero el golpe final llegaría en el año 1935. Comenzó con un “gran catarro bronquial”, acompañado de fiebre, cansancio generalizado y un rash cutáneo. Al inicio, le diagnosticaron sarampión, pero después de un tiempo prudencial se dieron cuenta de que los signos y síntomas, incluyendo ahora la disfagia, las dolorosas inflamaciones articulares que a veces le impedían caminar y pintar y una extraña infiltración de la piel –sobre todo de los brazos y el rostro– evolucionaban hacia la cronicidad.
Aunque el diagnóstico de esclerodermia es evidente, y la enfermedad era bien conocida en los años 30 (descrita como “piel de madera” por el galeno italiano Carlo Curzio en 1753), no hay constancia escrita de que se le haya diagnosticado formalmente a Klee. Las fotografías que se le tomaron desde 1936 en adelante muestran la evolución de la enfermedad, sobre todo en la progresiva inexpresividad de sus facciones y la rigidez de sus manos. Pocas veces puede seguirse la evolución de una enfermedad en la obra de un artista como en el caso de Klee. Los cuadros de su última etapa conforman una historia clínica de la esclerodermia, inigualable por su expresividad y calidad. Pocos meses antes de morir pintó un cuadro, de magnífica factura, al que intituló Cementerio, en el que puede verse, girando la pintura, su autorretrato.
En El Creador, y no solo en esta obra, se muestra a sí mismo con sus manos como garras. Gracias al apoyo incondicional de sus amigos Bracque, Picasso y Kandinsky, que lo alentaron a no rendirse, Paul Klee siguió pintando casi hasta los últimos momentos de su vida.
La causa secundaria del fallecimiento del maestro fue una miocarditis esclerodérmica típica, complicación que suele con frecuencia terminar con la vida de estos pacientes. La enfermedad fue terriblemente destructiva para Klee pero, al mismo tiempo, extrajo de él fuerzas y sentimientos que elevaron su pintura a cimas artísticas impensables. Ver
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