martes, 27 de septiembre de 2022

Creatividad: Síndrome de fatiga informativa / Juán Carlos Laviana

 


Vivir en el Apocalipsis 

Seis de cada diez internautas menores de 44 años dicen que su principal fuente de noticias son las redes sociales. Es decir, el mayor caladero de «fake news» y desinformación

La Nueva España  Juan Carlos Laviana 28.7.2022

El título puede parecer exagerado, pero no hace más que recoger la sensación que nos dejan las noticias que nos bombardean a diario. Y muy especialmente en este verano tan aciago. ¿Cuándo terminará la ola de calor?, España en llamas, la emergencia climática es letal, restricciones por el desabastecimiento energético, pánico a una hambruna mundial, los muertos por covid se disparan de nuevo, la guerra de Ucrania se cronifica, los precios suben sin límite, la tragedia de la frontera sur de Europa, una quinta parte de españoles en riesgo de pobreza, Asturias la región más envejecida de España (y de Europa), el avance de los populismos amenaza la democracia, incertidumbre ante una posible recesión mundial. Todos son titulares reales sacados de la prensa de los últimos días.

Sólo oír o leer tan a menudo las palabras alarma, letal, pánico, desabastecimiento, hambruna, trágico, riesgo, recesión o Apocalipsis es para echarse a temblar. ¿En qué mundo vivimos? 

Las informaciones son reales, no hay duda, pero los adjetivos ya son más discutibles. ¿Estamos contribuyendo los periódicos a crear un exagerado alarmismo? Ese panorama tan negro está contribuyendo de forma decisiva a un aumento de las urgencias psiquiátricas, las depresiones, la ansiedad, el estrés o el consumo de ansiolíticos y antidepresivos, y, lo que es mucho más grave, al incremento de suicidios. 

Esa avalancha de malas noticias en un mundo sobreinformado ya ha provocado un fenómeno que se ha bautizado como «fatiga informativa». Incluso se señala como una de las causas de la creciente desconfianza en los medios e incluso de la pérdida de lectores en la prensa. El último estudio del Instituto Reuters ha detectado «un declive en el interés por las noticias y un aumento de quienes las evitan a propósito».

Resulta muy revelador conocer alguna de las razones del desinterés expuestas por los desertores de la información: les ahorra discusiones que prefieren evitar (un 17%), les hace sentir impotentes frente a los problemas del mundo (un 16%) o un mero desinterés (un 5%).

Tras una inusitada demanda de noticias durante los peores momentos de la pandemia o en las primeras semanas de la invasión de Ucrania, ha llegado el empacho, el agotamiento. El estudio cifra en un 38 por ciento los encuestados que dicen no seguir ya la actualidad, cuando hace sólo cinco años el porcentaje era del 29. Resulta curioso que sea el segmento de los más jóvenes (menores de 35 años) donde más haya crecido ese «estrés informativo». Un 36 por ciento de los encuestados en esa franja manifiesta que se siente peor cuando ve las noticias de los informativos de la televisión. Será porque están menos curtidos que los mayores. De hecho, los más interesados (76 por ciento) son los mayores de 65.

Los autores del estudio atribuyen esa fatiga a la excesiva repetición de los temas informativos (pandemia, guerra, emergencia climática…), pero también a la pérdida de confianza en los medios. Algo que no es de extrañar cuando seis de cada diez internautas menores de 44 años dicen que su principal fuente de noticias son las redes sociales. Es decir, el mayor caladero de «fake news» y desinformación.

Resulta recurrente culpar a los medios de alarmismo, de avivar ese sentimiento apocalíptico. Sería de necios no reconocer que se cometen excesos a la hora de presentar las noticias, pero los medios no son responsables de lo que sucede. Hay causas más profundas, que también recoge el estudio: antes dedicábamos a informarnos un momento determinado del día (el de leer el periódico, ver al telediario o escuchar el boletín de la radio), pero, desde la proliferación del smartphone y las redes, estamos permanentemente informándonos o, mejor, «desinformándonos». Hay autores que ya hablan del «derecho a la ignorancia», que no hay que sentir vergüenza por no haberse enterado de la última noticia o que no resulta imprescindible tener una opinión sobre cada asunto de debate. Sería una exageración seguir el consejo de Ray Bradbury –«Apagad todos los aparatos»– pero sí sería deseable seguir una dieta informativa saludable, igual que nos preocupamos de nuestra alimentación o del cuidado de nuestro cuerpo. Ver

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