Los famosos frescos de la industria de Detroit fueron elaborados sobre las paredes que daban al patio-jardín del museo que posteriormente fue techado y llamado la “Sala de Rivera”. En la parte superior derecha del mural ubicado en la pared norte, Diego Rivera pintó una escena donde aparece un niño que está siendo vacunado, pero que realmente parece la escena de la natividad del “Niño Jesús”.
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En 1932, el director del museo, William Valentiner, y Edsel Ford comisionaron a Rivera para pintar dos murales para el museo, con la única condición que retratara la historia de Detroit y de la industria automotriz. El trabajo fue financiado por Edsel Ford, el único hijo de Henry Ford y presidente de la industria automotriz que lleva su nombre; amén de ser un mecenas del arte.
Por petición de Rivera, la obra se extendió a 5 murales que abarcan más de 447 metros cuadrados, pintados al fresco. Fueron llamados: “La industria de Detroit, o el hombre y la máquina” y fueron objeto de una amplia controversia, analizada por el historiador de arte mexicano, Xavier Moyssén Echeverría en su obra intitulada: “Retrato de Detroit por Diego Rivera”.
Rivera fue uno de los líderes del movimiento muralista mexicano, era marxista y usaba los murales como medio de trabajo porque creía que el arte pertenecía al público y no a las galerías privadas. En sus frescos en el Instituto de Artes de Detroit, considerados como su obra maestra, muestra la esencia de Detroit como ciudad industrial. Sus imágenes son íconos, llenas de símbolos y muy complejas con una visión de la industria planteada según las ideas de Rivera que contienen un punto de vista social y político. Aunque retrata la sociedad, esta obra no encierra una censura al sistema político de los Estados Unidos.
Detroit era la ciudad industrial del momento. Allí estaban radicados los tres grandes de la industria automotriz: Ford, General Motors y Chrysler. Pero además existían fabricas de aviones, industrias de químicos y se encontraban Los Laboratorios Parke-Davis, uno de los mas grandes de la industria farmacéutica que en aquel entonces producía antitoxinas y vacunas como la de la difteria, tétanos y viruela; así como también fue una de las compañías que participó en la producción de la vacuna del polio de Salk en la campaña de vacunación en la década de los años 50. Así era el Detroit de los años treinta que fue retratado por Rivera en los murales, no sin antes haberse documentado muy bien y haber visitado la fábrica de autos y aviones de Ford, Parke-Davis y la Chrysler, entre otras industrias.
Esto explica la inclusión de la escena de “La Vacuna” en los murales, lo que habla de una mente avanzada, ya que si bien tuvo la oportunidad de palpar lo más desarrollado del momento, no es menos cierto que muy pocas vacunas eran comercializadas y mucho menos común era vacunarse.
Las escenas del mural son ricas en figuras de trabajadores, aviones, máquinas gigantes, enfermeras, médicos, mujeres desnudas, hombres con máscaras anti-gas, e incluso aparece el artista, Valentiner y Ford y obreros de las fábricas, entre otros conocidos, ya que Rivera entabló amistad con algunos de ellos cuando visitó las instalaciones industriales.
Él representó el proceso de la fundición del hierro y el acero, la fabricación de las partes y el proceso de ensamblado del automóvil donde los obreros y las máquinas son un elemento primordial. Sus personajes eran de distintas nacionalidades y razas. También representó a la industria farmacéutica, química, aeronáutica y siderúrgica.
La escena de la vacunación, que como dijimos es una copia de la natividad, muestra a un niño flanqueado por una enfermera que lo sujeta y un médico que lo está inyectando, acompañados por una caballo, una vaca y varias ovejas. Al fondo y en un plano superior se observan tres científicos trabajando. La figura del niño fue inspirada en el bebé de Lindbergh, secuestrado en 1932, según algunos autores. El pelo del niño y la cofia de la enfermera tienen la apariencia de una aureola.
Esta imagen fue muy criticada en su momento por la comunidad católica, quienes lo calificaban como irreligioso y blasfemo, aduciendo que era una caricatura de la Santa Familia en el establo, donde aparecen la Virgen, San José, el niño y los 3 reyes magos u hombres sabios.
Rivera se defendió diciendo que incluyó a la vaca porque el origen del término “vacuna” viene de Jenner, cuando creó la vacuna de la viruela a partir de las lesiones en la vacas. Fue Pasteur quién popularizó el término de vacuna en honor a Jenner.
Otros indignados fueron los artistas americanos porque no fueron seleccionados para el trabajo. También fueron calificadas como pornografía las mujeres desnudas. Pero un elemento que indignó a la población fue que Rivera planteara sus ideas marxistas en la época de la gran depresión económica, ocurrida durante la segunda y tercera décadas del siglo XX en los Estados Unidos. The New York Times y otros periódicos reseñaron esta controversia.
En cambio, señalaron las noticias, los obreros de la fábrica, algunos artistas, Edsel Ford, William Valentiner y el director del museo de Arte Moderno de Nueva York, donde se había celebrado dos años atrás una exhibición individual de Rivera, defendieron al artista.
Esta situación coincidió con el comienzo del trabajo de Rivera en el mural del Rockefeller Center, cuyo final no fue feliz y fue dañado y tapado por haber incluido a Lenin en el mural.
No deja de ser irónico que Rivera fuera invitado por el magnate Ford a pintar la historia de Detroit, el emporio industrial del capitalismo norteamericano, cuando Rivera era un marxista muy conocido por sus ideas anticapitalistas. Era tan irónica la invitación como la aceptación de Rivera para trabajar en un ambiente tan opuesto a sus ideas. Tema analizado por Xavier Moyssén, quién reseña que para Diego resultaba impresionante escoger al mundo industrial como tema del arte del siglo XX.
En este sentido, agrega el historiador de arte y director de varios museos en Estados Unidos, T Freudenheim: “…. sus ideas no parecían impedirle una apretada agenda social retozando con los capitanes de la industria”.
Sin embargo, en su autobiografía “My art, my life”, Rivera expresa su creencias en sus palabras: “los ingenieros americanos, creadores de fábricas, rascacielos y autopistas, son los verdaderos artistas de la nación y Detroit es la mejor expresión del arte Americano: una fábrica a gran escala”.
La ironía también se repite en la escena de “La Vacuna”.
¿Por qué plasmar para la historia un adelanto tan afortunado como la vacuna en una escena que recuerda la natividad?
Esta notable imagen de “La Vacuna” que vincula al arte con la ciencia no deja de suscitar curiosidad.
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