La primera semana de octubre sucedió algo histórico que pasó casi desapercibido: la Organización Mundial de la Salud aprobó por primera vez el uso generalizado de una vacuna contra la malaria. Esta vacuna se aplicó como programa piloto desde 2019 en Ghana, Kenia y Malaui y, si bien la OMS había advertido que la pandemia de covid-19 podía desacelerar estudios científicos relacionados con otras enfermedades, en este caso las profecías no se cumplieron y la malaria, que afecta sobre todo a bebés y niños pequeños y por la que cada año mueren 600.000 personas, tiene ahora, por primera vez, una vacuna de eficacia alta.
El 80% de los casos totales de esta enfermedad se dan en África que es, a su vez, el continente donde vive un tercio del total de los desnutridos del mundo. Esta vacuna permitirá que no mueran 260.000 niños por año. Lo que me pregunto es cómo se va a hacer, si seguimos tan preocupados por nosotros mismos, para que los que sobrevivan a la malaria no se mueran de hambre.
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