Un profesor universitario vive una vida de abandono de reglas e inhibiciones tras descubrir que tiene una enfermedad terminal. (FILMAFFINITY)
"Wayne Roberts complementa esta representación trillada del cáncer como fuerza liberadora con recursos narrativos igual de trillados"
Ben Kenigsberg: The New York Times
Un año de vida con tratamiento. Seis meses sin él. Al profesor de literatura de vida privada desastrosa y apatía tenaz se le abre el abismo a los pies por un cáncer de pulmón. Él, que ni siquiera fuma. Una hija gay. Una esposa infiel. Unos alumnos a los que mayormente desprecia. Una vida desaprovechada. Asumido que el reloj se está apagando, Richard decide quitarse mordazas y ataduras. Les canta las cuarenta a los estudiantes (solo un puñado acepta sus condiciones) y empieza a lanzar mensajes de carpe diem a diestro y siniestro (“sólo vivan, no existan solo por existir, extraigan algo de sabiduría”, y cosas así) mientras él mismo se aplica el cuento y da clases en los bares, se acuesta con la camarera (“sin proteccion”) que le guiña un ojo o tiene una experiencia homosexual entre bocados de marihuana. Y cuanto peor, mejor.
La enfermedad le cura de ciertas anomalías (nunca viene mal encontrar una vía de comunicación con tu hija, o poner en su sitio al jefe odioso, o taponar más o menos la sangría conyugal, o apreciar en lo que vale a un buen amigo) y limita sus brotes de sarcasmo sin tapujos a grupos de apoyo con gente también enferma (“mucha suerte con su muerte inminente”) o a algunas alumnas políticamente tan correctas. Tino Pertierra LNE 26.2.21
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