La pandemia es un problema de salud pública global, el virus no entiende de fronteras y todo el mundo tiene que acceder a la vacuna.
Además, no hay garantía de que todas las que están en investigación acaben resultando eficaces y seguras.
Por ello, hace falta variabilidad en el tipo de vacuna y una gran capacidad de producción.
Aún es pronto, aunque es un proceso que va muy rápido. El desarrollo de una vacuna, en condiciones normales, puede llevar hasta 10 años, el caso de la vacuna del ébola, en solo 5 años, ha sido excepcional, pero todo hace pensar que para el SARS-CoV-2 será en torno a año y medio. Esto hace que las diferentes fases del desarrollo de la vacuna en muchos casos se solapen.
Los ensayos clínicos tienen que pasar por distintas etapas que llamamos fase I, fase II, y fase III. En este momento hay 16 vacunas en fases tempranas, 3 en fase II o fase II-III. Veremos alguna vacuna en fase III antes de acabar el verano.
Será la propia industria quien fabrique las vacunas. Aunque la idea original nazca en un laboratorio de investigación, en un momento dado hay que hacer un escalado industrial que requiere unas instalaciones y cumplir con unas normas de seguridad en la fabricación que solo las compañías experimentadas y que ya disponen del know how pueden asumir.
Algunas de estas compañías están recibiendo fondos de organismos internacionales como CEPI (Coalition for Epidemic Preparedness Innovations) o GAVI, con quienes España ha colaborado como donante, que están financiando la investigación y desarrollo, incluida la capacidad de producción de algunas compañías. Esto tiene que traducirse en un acceso equitativo, justo, y solidario con otras regiones menos favorecidas. Esta es una pandemia global y nuestra responsabilidad debe ser afrontarla como tal.(Más)
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