jueves, 20 de junio de 2019



Manifiesto europeo en contra de las pseudoterapias

Seamos claros: las pseudociencias matan. 
Y no solo eso, sino que son practicadas con impunidad gracias a leyes europeas que las protegen.

Matan a miles de personas, con nombres y apellidos. 

  • Como Francesco Bonifaz, de 7 años, a quien su médico le dio homeopatía en lugar de antibióticos. Murió en Italia. 
  • Como Mario Rodríguez, de 21 años, que fue tratado con vitaminas para su cáncer. Murió en España. 
  • Como Jacqueline Alderslade, de 55 años, cuyo homeópata le dijo que dejara su medicación para el asma. Murió en Irlanda. 
  • Como Cameron Ayres, de 6 meses, cuyos padres no quisieron darle “medicina científica”. Murió en Inglaterra. 
  • Como Victoria Waymouth, de 57 años, a ella le recetaron un medicamento homeopático para tratar sus problemas cardíacos. Murió en Francia. 
  • Como Sofía Balyaykina, de 25 años, que tenía un cáncer curable con quimioterapia, pero le recomendaron un “tratamiento alternativo” de picaduras de mosquitos. Murió en Rusia. 
  • Como Erling Møllehave, de 71 años, en su caso un acupuntor le atravesó su pecho con una aguja y dañó su pulmón. Murió en Dinamarca. 
  • Como Michaela Jakubczyk-Eckert, de 40 años, cuyo terapéuta le recomendó la Nueva Medicina Germánica para tratar su cáncer de pecho. Murió en Alemania. 
  • Como Sylvia Millecam, de 45 años, su sanadora de la Nueva Era le prometió curar su cáncer. Murió en los Países Bajos.

La directiva europea 2001/83/CE ha permitido —y aún permite— que cientos de miles de ciudadanos europeos sean engañados a diario. Se les ha ofrecido a importantes lobbies la posibilidad de redefinir qué es un medicamento, y ahora venden azúcar a personas enfermas y les hacen creer que puede curarles o mejorar su salud. Esto ha ocasionado muertes, y lo seguirá haciendo, hasta que Europa admita una realidad indiscutible: el conocimiento científico no puede doblegarse ante los intereses económicos de unos cuantos, máxime si eso implica engañar a pacientes y vulnerar sus derechos.

Europa se enfrenta a otros problemas de salud pública muy serios. La medicalización excesiva de la población, la generación de bacterias multirresistentes o los problemas de financiación de los sistemas públicos de sanidad ya son demasiado graves como para añadir, además, la presencia de gurús, falsos médicos o incluso médicos titulados que dicen poder curar el cáncer (o cualquier otra enfermedad) manipulando chakras, comiendo azúcar o aplicando “frecuencias cuánticas”. Europa no solo debe detener el fomento de la homeopatía, sino que debe luchar de forma activa por erradicar las estafas de salud pública que implican las más de 150 pseudoterapias presentes en nuestro territorio. La vida de miles de ciudadanos depende de ello. De hecho, según estudios recientes, el 25.9% de los europeos han utilizado pseudoterapias en el último año, es decir, 192 millones de pacientes engañados.

Existe la creencia de que hay un conflicto entre la libertad de elección de un tratamiento médico y la eliminación de pseudoterapias, pero no es cierto. Según el artículo 25 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, toda persona tiene derecho a la asistencia médica. Mentir a los enfermos para venderles productos inservibles que pueden matarlos incumple el derecho de los ciudadanos a recibir información veraz sobre su salud. Así que, aunque un ciudadano tiene derecho a renunciar a un tratamiento médico estando correctamente informado, también es cierto que nadie tiene derecho a mentirle para obtener lucro económico a costa de su vida. Solo en un mundo donde consideráramos que mentir a un enfermo para obtener su dinero fuera ético, podríamos permitir que se siguiera vendiendo homeopatía —o cualquier otra pseudoterapia— a los ciudadanos.

El peligro de las pseudociencias no solo está en la sustitución de tratamientos efectivos por otros engañosos. Además, existe un obvio retraso en la atención terapéutica en todos aquellos enfermos que, ante los primeros signos de una enfermedad, reciben productos falsos en lugar de medicamentos. Muchas veces, cuando llegan a la medicina, ya es demasiado tarde. También, varias de estas prácticas tienen efectos graves por sí mismas y pueden producir daños, e incluso la muerte, debido a sus efectos secundarios.

Muchos pseudoterapeutas argumentan que las prácticas de “la otra medicina” también tienen efectos secundarios, y es verdad. Pero la diferencia es que las pseudoterapias no pueden curar o mejorar una enfermedad, asumiendo el paciente un riesgo a cambio de promesas que, con todo el peso de la evidencia científica, son un engaño. Mentir a un enfermo no es otro tipo de medicina, es mentir a un enfermo.

Cada país tiene que enfrentarse al problema de las pseudoterapias a su modo. Sin embargo, no es admisible que las leyes europeas amparen la tergiversación de la realidad científica para que miles de ciudadanos sean engañados, e incluso mueran.

Así pues, los firmantes de este manifiesto declaran que:

  • 1- El conocimiento científico es incompatible con los postulados de las pseudoterapias, como el caso de la homeopatía. 

  • 2- Las leyes europeas que protegen y amparan la homeopatía son inadmisibles en una sociedad científico-tecnológica que respeta el derecho de los pacientes a no ser engañados. 

  • 3- La homeopatía es la pseudoterapia más conocida, pero no es la única, ni tampoco la más peligrosa. Otras como la acupuntura, el reiki, la Nueva Medicina Germánica, el biomagnetismo, la iridología, la terapia ortomolecular y un largo etcétera, están ganando terreno y causando víctimas. 

  • 4- Hay que tomar medidas para frenar las pseudoterapias porque no son inocuas y producen miles de afectados. 

  • 5- Europa debe trabajar en la dirección de crear leyes que ayuden a detener este problema.

No es coherente que desde Europa se eleve la preocupación por el fenómeno de la desinformación y a la vez se ampare uno de sus tipos más peligrosos: la desinformación en temas de salud. Por todo ello, las personas que firman este manifiesto animan a los gobiernos de los países a los que pertenecen a poner fin a un problema que utiliza falsamente el nombre de la ciencia y que ya le ha costado la vida a demasiada gente.

Firmar el manifiesto

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