Escribir un
poema se parece a un orgasmo:
mancha la
tinta tanto como el semen,
empreña
también más en ocasiones.
Tardes hay,
sin embargo,
en las que
manoseo las palabras,
muerdo sus
senos y sus piernas ágiles,
les levanto
las faldas con mis dedos,
las miro
desde abajo,
les hago lo
de siempre
y, pese a
todo, ved:
¡no pasa
nada!
Lo expresaba
muy bien Cesar Vallejo:
“Lo digo y
no me corro”.
Pero él
disimulaba.
Ángel González - A veces
De Literatura histérica
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