Gracias...lo tomamos "prestado"
Alberto llevaba 8 años fuera de la asistencia sanitaria cuando volvió a su plaza del centro de salud de plaza de España. Había estado, además, trabajando en la gestión privada, con lo que no estaba muy al día en cuestiones clínicas.
Pero eso no parecía inquietarle. Había decidido devorar toda la información que le ofrecerían los delegados de los laboratorios, y asistir a todos los cursos y congresos a los que éstos le invitaran. Así pues, Alberto estaba dispuesto a recibir a los visitadores todo el tiempo que hiciera falta.
La primera semana, para su sorpresa, no vio a ninguno por el centro. Pensó que por las fechas, en plenas navidades, era normal que eso ocurriera. Pero la semana siguiente pasó igualmente sin recibir ninguna visita. Un día, un señor bien peinado y trajeado apareció por el centro. "¡Por fin!, pensó Alberto. Pero el visitador no llevaba maletín, tan sólo una agenda electrónica; en ella apuntó el nombre completo de Alberto, y le adelantó que a partir de ahora, si lo deseaba, iba a recibir "información técnica sanitaria independiente".
Le mosqueó eso de "independiente". Sonaba a información sosa, sin florituras, sin pichiguilis ni ofertas de viajes o cursillos con comida. Y así fue. Los nuevos visitadores distribuían información sobre medicamentos nuevos, exclusivamente, en un formato muy aséptico, uniformado, con contenidos que eran revisados por grupos de informantes independientes. Sin artificios. Sin gráficas manipuladas. Sin medias verdades. Información a secas. Los visitadores iban perfectamente identificados con un carnet homologado. No pertenecían a ninguna compañía concreta; en realidad estaban subcontratados o trabajaban en régimen de franquiciado, al servicio de un consorcio conformado por el ministerio, los colegios de médicos y de farmacia y los laboratorios farmacéuticos. Los primeros controlaban la información y subvencionan el proceso editorial, los segundos aportaban los informantes y expertos que supervisaban la información y formaban a los visitadores, y los terceros los subcontrataban. Por supuesto, nada de invitaciones a cursos o congresos o entregar libros...
Alberto no tuvo más remedio que buscarse la formación por su cuenta...
¿Suena a ciencia-ficción? Puede. Lo he dibujado un tanto idílico a drede. Pero la cosa va por ahí. A las compañías farmacéuticas les da ya un poco igual lo de la visita médica. Ya no tenemos poder para decidir. Ya no somos interesantes para la industria. Dejar regular este tema, como en su día se hizo con los pichiguilis a costa de la ley del medicamento y el código de autoregulación de Farmaindustria, es el caramelito que nos regalan. Pero no nos dejemos engañar: si lo hacen no es porque cedan a la presión, sino porque no les interesa. No vayamos pasitos atrás de la industria. Ellos ya están a otra cosa.
(Entrada inspirada en sucesivas entradas y documentos del blog de Fernando Comas -Pharmacoserías- y de Juan José Romero Crusat -Si lo sé no vendo-)
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