La fabada, la paella, el marmitako o el pulpo a la gallega, entre otros, son platos intocables en tanto en cuanto representan una cultura gastronómica y en ocasiones más que una cultura gastronómica. La tortilla francesa, en cambio, es de todos, pese a venir de Francia. Yo suelo añadirle lo que encuentro por la nevera, no para desafrancesarla, sino para que llene más. Hasta ralladuras de cáscara de plátano he llegado a ponerle sin que los comensales se quejaran. También almejas muy pequeñas, de bote, que salen baratísimas. Y tacos de cecina y puerro y berenjena y zanahoria, yo qué sé, no recuerdo los ingredientes de una vez para otra porque los voy cambiando.
Naturalmente, sale bastante pesada, pero se trata de una pesadez que no ofende ningún sentimiento de carácter nacional. He hablado públicamente en más de una ocasión de esta tortilla que tanto me gusta, aunque tan mal me cae, y ni los vascos ni los murcianos ni los andaluces ni los extremeños se han dado por aludidos.
¿Adónde voy a parar con todo esto?
Al enorme error que han cometido los fabricantes de Almax, excelente antiácido, por otra parte, al elegir la fabada asturiana, que es uno de los platos más digestivos y ligeros del mundo, para anunciar su producto. ¡Por Dios, por Dios! No se le ocurre a nadie. Incluso si fuera cierto que la fabada produjera digestiones pesadas, que ya nos apresuramos a negarlo, jamás se debería haber utilizado para una campaña farmacéutica. ¿Por qué? Pues por eso mismo, porque no se pueden unir farmacia y plato regional sin herir a alguien. Lo sabe cualquiera de primero de publicidad.
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Ahora bien, llega Almax y me ofrece un millón de euros por utilizar mi tortilla loca, que sabe bien, repito, porque le añado también una pastilla de caldo de carne, pero que produce gastritis, y yo digo:
–¡Adelante!
No me importa, hipocondriaco como soy, que la gente establezca ese vínculo entre un medicamento y mi guiso. Me gusta, es más. En muchas ocasiones, de hecho, he estado a punto de añadir a mis sofritos unos polvos de Almax, para contrarrestar con ellos el exceso de guindilla. Quizá lo haga, dando paso a un nuevo método en el tratamiento de los trastornos gástricos. Tengo muchas ideas, señores de Almax, hablen conmigo.
LNE 31.8.23
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