Cosiendo mi vida,
arreglando desgarros,
hilvanando muy cerca
creciendo el fino trazo.
Desamparada, sola, escapada
de un lugar tan inhóspito como frío,
me acerco a tu persona, a tu calor,
a ese lugar donde suelen vender hilos.
No necesito de plata, a no ser por la vejez,
ni quiero que brillen mucho, sin destellos,
de los que pasan inadvertidos
ante un bello amanecer.
Solo es una cicatriz, repito en mis adentros,
cuántas tienes, me pregunto,
cuántas no has cosido ya,
cuántas veces tus manos han ayudado a bordar,
cuántas veces, compañera,
cuántas aún nos quedarán?
Pilar Heres
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