sábado, 8 de abril de 2023

Cosas que aprendemos después / Xavier Marcet*


 

Hay cosas que aprendemos después de vivirlas. No las vimos en las asignaturas de la universidad. No las imaginamos cuando empezamos a trabajar y no dieron los manuales de bienvenida. Hay cosas que aprendemos como por decantación. Requieren tiempo y roce. Las aprendemos al hacerlas o al compartirlas. Las aprendemos de gente que habla con el ejemplo. Las descubrimos en detalles. Lo que aprendemos después responde a una mirada que no se refugia en las tendencias al uso. Aprender después es desafiar la obviedad. 

Cuestionamos ortodoxias. Nos topamos con dilemas cuando habíamos estado preparados para los problemas. Aprendemos después de volver a valorar a los clásicos, cuando ya no necesitamos parapetarnos en cualquier novedad, pero continuamos ávidos de nueva sabiduría. 


Intento hacer una lista mínima de diez cosas que algunos aprendimos después y que ojalá resuenen a algunos lectores en su propia experiencia. Es una revisión del libro que escribí hace 12 años. Y como siempre, la vida te da otras perspectivas. Son los mismos ojos poblados de miradas tamizadas por el tiempo.

_1. Poco a poco aprendimos que el verdadero oficio era ser nosotros mismos

Desplegarnos con un propósito que íbamos descubriendo. El verdadero oficio era intentar tener impacto, adaptarnos y aprender. Nuestra primera formación inicial era una invitación a explorar más que un destino definitivo. 


Me resuenan las palabras del gran libro de Marguerite Yourcenar Memorias de Adriano cuando pone en palabras del emperador la famosa cita: “No hay nada más lento que el verdadero nacimiento de un hombre”. Aprendimos que nuestro origen, nuestros estudios, nos dieron una primera identidad para ir forjando una trayectoria desde la que servir a los demás, desde la que aportar. Cuando mi abuelo, hilador, o mi padre, teórico textil, hablaban de oficio no lo hacían como lo hacemos nosotros. Y para devenir nuestro propio oficio, necesitamos habitar en ecosistemas de aprendizaje. Este oficio de ser nosotros mismos necesita adaptarnos y aprender sin cansarnos.

_2. Aprendimos que intentar abolir la paciencia en las organizaciones es una estupidez

Vivimos emborrachados de un futuro que siempre se define por la avalancha de tecnología. Pero todo no está llamado a ser fugaz. Tampoco exponencial. Hay muchas empresas que crecen razonablemente. No son gacelas. Pero tampoco son tortugas. Las industriales tienen una cadena de valor muy física. Las cosas requieren tiempo. Intensificar los mercados requiere tiempo. Muchas trayectorias se cuentan por lustros y no por meses. Ni el paradigma de los pelotazos en los negocios ni la imagen de la exponencialidad en las empresas es el único camino posible. Necesitamos ser un poco más pacientes para construir empresas sólidas, capaces de competir y de innovar con solvencia.

_3. Aprendimos que en la vida puedes dar resultados o excusas, pero solo dejan huella los que dieron resultados

Instalarnos en las excusas es el preámbulo de la queja, y hacer de la queja nuestro hilo conductor es la antesala de la toxicidad. Aprendimos que, a veces, hay que intentar ganar inapelablemente. Que había gente que era capaz de dar resultados con menos sofisticación de la que considerábamos necesaria. Y que cuando no encajaban en nuestros apriorismos del management, lo que debíamos hacer era pensar y no menospreciar. Poco a poco vamos aprendiendo a pontificar menos y a observar más.

4. Aprendimos que de los memorables no te puedes olvidar

De lo pusilánimes y de los ostentosos, sí. Pero nunca de los memorables, aquellos que no solamente nos llegaban a la mente sino que nos conmovían con su ejemplo. Aprendimos a apreciar los matices y a distinguir entre expertos y sabios. Entre profesores y maestros. Entre jefes y líderes.

_5. Aprendimos que la verdadera revolución es que las cosas sean verdad. 

Que militar en la autenticidad tiene más valor que el perfeccionismo de manual. Que las organizaciones que se afilian a la superficialidad solamente sobreviven por inercia. Aprendimos que únicamente la autenticidad nos rescata de la mediocridad. 


Y un día leímos al gran Jorge Wagensberg que la mediocridad es una decisión personal.

_6. Entendimos que el poder con sentido es influir positivamente desde las organizaciones

Que el poder de hacer que las cosas pasen no requiere de la arbitrariedad del ordeno y mando. Que hay un poder que es más eficaz porque facilita los equilibrios entre las partes. Es el poder ecualizador. Los memorables encontraron la forma de convertir el poder en servicio.

_7. Aprendimos que la innovación no era tan importante, que lo importante era el futuro y que apostábamos por la innovación porque era la mejor forma de acercarnos al futuro. Las empresas que se sienten una comunidad innovan, quieren pervivir creando más valor para los clientes. En cambio, las empresas, cuando se quieren vender, no innovan, se acicalan

_8. Aprendimos que más allá de teorías, gurús y metodologías, lo difícil era tomar decisiones entre dudas


La duda es el principio de la sabiduría, nos advirtió Aristóteles. Lo difícil no es tanto la prospectiva, los planes y diseñar cambios con PowerPoint. Lo difícil es tomar decisiones de lo que vamos a hacer el próximo lunes. Bajar el futuro a la agenda. Pensando y razonando. Pensar solos y razonar en equipo. Pensar es dudar. Razonar es compartir dudas. Y sentir el privilegio y la responsabilidad de decidir.

_9. Aprendimos que el mundo da muchas vueltas

que digerir los éxitos es tan difícil como alcanzarlos, que uno nunca está totalmente a salvo de la estupidez. Que muchas empresas que diseñaron grandes maquinarias para generar beneficios pueden hacer grandes tonterías con la caja llena. Cuando se suman la arrogancia y la liquidez se multiplican las ocurrencias. Hay muchas personas y muchas empresas que, francamente, tenían más gracias como aspirantes. De hecho, algunas organizaciones deberían ruborizarse por su enorme autocomplacencia.

_10. Aprender a escoger bien lo que no nos dejará dormir y decidir lo que ya no nos desvelará

Cambiar de miedos, delegar cosas por las que alguien no dormirá. Cada momento profesional tiene sus insomnios. Cada momento profesional tiene su pasión.

(*) Xavier Marcet Presidente de la consultora Lead to Change

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