viernes, 2 de julio de 2021

Cinema Paradiso: Collective / Alexander Nanau


En realidad, se trata sólo de un documental, el más brutal en su extremada sencillez de los últimos tiempos. Nada más. Desde su paso por Toronto y Venecia en 2019 hasta ahora, la película no ha hecho más que cumplir con su cometido de, desde el cine, dignificar la política. Y al revés. 

Se cuenta lo ocurrido en Rumanía en el incendio de octubre de 2015 del club que da título a la producción. Entonces, las llamas devoraron la vida de 27 personas. El local no reunía las condiciones mínimas, pero se mantenía abierto por el rigor de la economía frente a la seguridad. Nada que sorprenda. Por eso y por los sobornos, claro. Sin embargo, lo más grave vino después, cuando se supo que la podredumbre llegaba a los hospitales, carcomidos por comisiones a gerentes y médicos procedentes de la industria farmacéutica (Hexa Pharma), que aumentaba sus márgenes de beneficios con un desinfectante diluido completamente inútil. Y así hasta llegar a 64 cadáveres e infinidad de heridos con evidencias de la corrupción en forma de cicatrices como surcos.

Ver:

GSK y otr@s...(Pfizer, Roche, Novartis, Sandoz, Teva...) ahora "Corrupción a la Romania..."


«En realidad y por muy local que parezca, es una historia universal. Es una historia de ambición y poder, y de hasta dónde se puede llegar para mantener ese poder. Eso vale para cualquier país. Lo lees en novelas, en la Biblia y lo ves en películas, pero la podredumbre de la naturaleza humana, incluso dentro de las llamadas sociedades desarrolladas, está ahí», dice Nanau. En cualquier caso, lo cierto es que la cinta, un éxito en Rumanía, levanta acta del movimiento social, casi revolución, vivido tras revelarse la red tupida de intereses cruzados que acabó en tragedia. «Por el caso Collective se han visto las manifestaciones más grandes desde la Revolución de 1989, cuando Ceausescu fue derrocado», precisa.

El documental se limita a seguir los hechos con una precisión muy cerca de la simple e infinita paciencia. Se sigue cada uno de los pasos del periodista Catalin Tolontan, que desde el periódico deportivo Gazeta Sporturilor destapó todo lo ocurrido. La cámara se limita a estar. Sin juzgar, sin comentar, sin aclarar nada siquiera. «La idea es no intervenir, no hacer preguntas, no actuar», comenta Nanau. Y así hasta que la más evidente de las realidades adquiere la textura y tensión de un thriller natural. En efecto, lo real es ficción. Y al revés.

«Es un relato sobre la corrupción, pero también sobre la incompetencia. En realidad, las dos cosas van siempre unidas. Los corruptos necesitan incompetentes al mando para poder influir en ellos y los incompetentes sólo pueden mantenerse en el poder con una red de corrupción eficaz. Y eso atañe a los medios, al sistema judicial, a la sociedad y a la política. Los jueces, por ejemplo, no actúan contra los médicos porque en el futuro puede que necesiten sus servicios, y los médicos y gestores de hospitales se pueden permitir corromperse y lucrarse con la compra de desinfectantes fraudulentos porque saben que ningún juez va a ir contra ellos», razona Nanau con una claridad siniestra.

En la película también hablan las víctimas. 

A medida que se fueron conociendo los hechos, surgieron más denuncias. Y así hasta que han ido, pese a las reticencias, cambiando las cosas. Hay esperanza». 

Y concluye: «El cine puede cambiar algo».


 

 

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