Ilustración: Ulises Culebro
El fenómeno no es exclusivo de EEUU. En España ha ocurrido algo similar, tal y como reflejan varias encuestas. Según el barómetro del CIS, el porcentaje de españoles que no está dispuesto a vacunarse ya era del 40,3% en septiembre y ha pasado al 47% en la última consulta de noviembre (en agosto, un estudio del Instituto de Salud Carlos III cifró la negativa en un 30%).
- ¿Qué está pasando?
- ¿Por qué en plena segunda ola y cuando la ansiada vacuna parece estar, por fin, al alcance de la mano crecen la reticencias a ponérsela?
- ¿Está ganando terreno el movimiento antivacunas?
«Todo lo que provoca inseguridad y miedo es terreno fértil para la duda y el escepticismo», apunta Adelaida Sarukhan, inmunóloga y divulgadora de ISGlobal La Caixa. Las vacunas contra la Covid se han desarrollado de forma excepcional, en un ambiente de incertidumbre y creciente desconfianza, rodeadas de una marabunta de desinformación y bajo el foco de la politización. Y por si esto fuera poco, la puesta en escena de los últimos avances, mediante notas de prensa y tintes de guerra comercial, ha acabado de preparar un cóctel perfecto para el desconcierto.
«El populismo ha impregnado casi todas las cosas que tienen que ver con la Covid, también las vacunas. Y esa futilidad, ese manejo tan pueril y zafio que se hace de la información genera desconfianza», añade José Tuells, especialista en vacunas de la Universidad de Alicante y miembro de la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (SESPAS). Tuells está convencido de que la gran mayoría de personas que en España se muestra reticente a la vacunación contra la Covid no es, en realidad, antivacunas.
«En este país la cobertura vacunal ronda el 98%. No son negacionistas, sino gente que, por distintas razones, está dudando ahora», coincide Amós García-Rojas, presidente de la Asociación Española de Vacunología.
Según un estudio realizado por la iniciativa Vaccine Confidence Project, en 2018 España estaba entre los primeros puestos de Europa en apoyo a esta herramienta de Salud Pública, con un 91,6% de la población que señalaba que las vacunas son seguras y un 94% que aseguraba que son efectivas.
«En España no hay un movimiento antivacunas fuerte ni tan organizado como puede haber en otros países como EEUU», señalan los profesionales consultados. Pero si no se restaura la confianza en el sistema ni se mejora urgentemente la información que le llega al ciudadano sobre el desarrollo de vacunas, estaremos abonando el terreno para su crecimiento, advierten.
«La manera en la que se está informando sobre el proceso de obtención de vacunas es muy preocupante», alertaba hace unos días en su blog Ignacio López Goñi, catedrático de Microbiología de la Universidad de Navarra.
«Si no se actúa con absoluta transparencia, le gente puede perder la confianza en las vacunas en general y entonces tendremos un problema muy grave. Muchos de los que dudan de las vacunas no son unos negacionistas extremistas reaccionarios antivacunas, son gente normal, como tú y yo, que simplemente tiene dudas, no se fían de lo que ven en los medios de comunicación o de lo que escuchan de un político que, en otras ocasiones, ha hecho de la mentira una herramienta».
Esas dudas, legítimas, deben abordarse desde el respeto, subraya López-Goñi a través del correo electrónico. «Son dudas razonables, que hay que intentar resolver y convencer con argumentos y no con un enfrentamiento estéril. Mi objetivo no es convencer al negacionista antivacunas, porque normalmente esa gente, que por cierto es minoritaria, no atiende a razones. El objetivo es dar razones y argumentos al que duda, precisamente para sacarlo de esa duda. Y eso se hace con comunicación y pedagogía, no con enfrentamiento».
Según una encuesta realizada por IPSOS, la rapidez con la que se han desarrollado las vacunas contra la Covid es uno de los principales motivos de preocupación que esgrimen quienes se muestran reticentes.
«Hay un importante desconocimiento sobre cómo son los procesos de aprobación de un fármaco y no se ha informado bien de los pasos que se han seguido en este caso», señala Jordi Nicolás, vicepresidente de la Sociedad Española de Farmacia Hospitalaria (SEFH).
Es verdad que se ha agilizado el desarrollo, «pero en ningún caso a costa de descuidar los aspectos de seguridad y los mecanismos de control», subraya. Se ha podido recortar tiempo porque, por ejemplo, algunas empresas han empezado a producir a riesgo, mientras se realizaban los primeros ensayos o porque las nuevas tecnologías empleadas –como el ARN mensajero– permiten agilizar mucho los procesos. Pero «no ha habido atajos en los controles», insiste. «Las aprobaciones regulatorias, que hacen organismos independientes como la Agencia Europea del Medicamento, se basan en evaluaciones científicas rigurosas y bajo medidas muy estrictas».
Otra de las frases que más se escuchan entre quienes dudan es esa de «yo no quiero ser el primero que se vacune». Pero, en realidad, cuando las vacunas lleguen al ciudadano de a pie ya se habrán probado antes en decenas de miles de voluntarios para descartar cualquier efecto secundario grave y frecuente. «Cuando AstraZeneca paró el ensayo por un posible caso de mielitis, muchos se preocuparon. Pero lo que aquello demostraba es que los controles estaban funcionando, fue una garantía de calidad», añade Nicolás.
En general, tanto la comunicación institucional como la que están haciendo las compañías productoras sobre las vacunas en desarrollo deja mucho que desear, comenta Javier Padilla, médico de familia, experto en Salud Pública y miembro del Colectivo Silesia. Que el anuncio de los datos de eficacia de las diferentes vacunas se haya hecho en orden creciente, mediante comunicados de prensa y sin datos científicos donde comprobar aspectos tan importantes como el intervalo de confianza es una estrategia que, en lugar de contribuir a la adhesión, «mina la confianza de mucha gente», expone Padilla, quien reclama una comunicación más clara y honesta.
Por ejemplo, añade el especialista, es necesario dejar claras cuestiones como que la efectividad final del producto se conocerá tras su llegada al mundo real o que los estudios y la farmacovigilancia para detectar eventos adversos no terminancon la aprobación de cualquier medicamento, sino que se prolongan durante años.
Los ensayos previos permiten descartar que existan eventos adversos graves y frecuentes, explica, pero ningún medicamento es 100% seguro, por lo que es posible que cuando el fármaco ya esté en el mercado se den situaciones como que haya que retirar algunos lotes porque se detecte algún problema.
Es necesario conocer esta posibilidad, advierten los expertos, porque los nodos antivacunas reales utilizarán toda su maquinaria comunicativa para distorsionar y amplificar ese tipo de noticias y tratar de convencer –y llevarse a su terreno– al que duda. El paso al lado negacionista, recuerdan, no es tan difícil de dar.
«Nuestro pensamiento es muy atávico y se siente confirmado ante dos cosas: la identificación de un malvado y la conexión narrativa de fenómenos. Entramos en una época de especial incertidumbre y eso nos produce un gran malestar. Preferimos aceptar un relato que moralice el problema que interpretarlo como errores o chapuzas no intencionales», expone Daniel Innerarity, catedrático de Filosofía Política y Social en la Universidad del País Vasco y autor de la obra Pandemocracia: una filosofía de la crisis del coronavirus.
«El género humano debería aceptar que no tenemos respuestas para todo y que hemos entrado en un periodo histórico en el que para muchos problemas derivados, por ejemplo, de nuestras tecnologías financieras o de la compleja relación con el medio ambiente no tenemos una respuesta indiscutible. Estamos en una sociedad del desconocimiento, en la que nos vemos obligados a tomar decisiones con datos incompletos o conceptos controvertidos», continúa.
En opinión de profesionales como Padilla, Tuells o García-Rojas, pese a todos los elementos que, en conjunto, se conjuran para minar la confianza en las vacunas contra la Covid, las reticencias frente a esta inmunización caerán en gran medida cuando las candidatas dejen de ser una promesa y se conviertan en realidad.
«El rechazo a una vacuna que todavía no existe, que se ha anunciado prometiendo fechas imposibles, cambiará cuando haya datos concretos, una disponibilidad real, una campaña de vacunación visible», vaticina Padilla.
«También el ejemplo de los sanitarios será importante», añade García-Rojas. Y, en último extremo, desliza, habrá que plantear una reflexión: «¿Cuál es la alternativa? ¿Que sigamos contando los muertos diarios por centenares?». medicina llega la vacuna, crece el miedo
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