"I've seen things you people wouldn't believe.
Attack ships on fire off the shoulder of Orion.
I watched C-beams glitter in the dark
near the Tannhäuser Gate.
All those moments will be lost in time,
like tears in rain."
Ha muerto Rutger Hauer. O debería decir Roy Batty. Es uno de esos casos en los que se fusiona el artista con su obra. En este caso, el actor, se vuelve su personaje como efecto de su más grande representación. Pero es que además, Rutger murió “de manera fulminante” como su personaje Roy, aunque, a diferencia de este que vivió 4 años, el actor pudo vivir un poco más: 75 años. Sin embargo su legado perdurará.
Blade Runner, o Cazador Implacable, como fue traducida al español, es considerada hoy en día una película de culto aunque su estreno en 1982 pasó sin pena ni gloria por las pantallas cinematográficas. Tal vez era demasiado adelantada para su época.
Su director, Ridley Scott, quiso hacer una adaptación de un relato del escritor estadounidense de ciencia Ficción Philip K. Dick, titulado algo así como ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? Y, tal vez, sin querer, le salió una especie de obra maestra, aunque ese concepto está hoy devaluado.
Dick, un gran visionario de mundos distópicos y realidades paralelas, concibió una sociedad en la que una megacorporación de ingeniería genética, llamada Tyrrell como su creador, fabrica humanoides llamados replicante, seres programados para llevar a cabo tareas duras como el trabajo en las colonias establecidas en otros planetas. Tienen una fecha de caducidad: cuatro años, por lo general. Se supone que no son humanos y, por lo tanto, carecen de sentimientos.
La genialidad de Scott consistió en mezclar diferentes referencias culturales para crear una estética novedosa que confiere gran poder a su puesta en escena. Su creatividad le permitió superar el inconveniente de un presupuesto exiguo. De hecho, la película carece casi por completo de efectos especiales sin embargo la puesta en escena impacta por el poder de su imaginería visual.
Por un lado toma la influencia de la novela negra norteamericana y la mezcla con una estética ciberpunk, diseña una ciudad abigarrada, un Los Ángeles permanentemente mojado por la lluvia ácida en el que conviven gentes de todas las procedencias junto con animales mutantes, carros que vuelan, edificios en forma de pirámide postmoderna y bajos fondos urbanos. Y todo este barroco conjunto está potenciado por un inolvidable banda sonora tecno a cargo de Vangelis.
Un grupo de replicantes se rebela en una colonia espacial y regresa a la tierra no se sabe con qué intenciones. La policía busca eliminarlos pues son peligrosos y para ello presionan a Deckard, un ex poli que no desea el trabajo pero no le queda más remedio que enfrentarse a ellos. Originalmente eran cinco pero uno murió en un cerco eléctrico y quedan cuatro.
Durante su trabajo Deckard se da cuenta de algo extraño: estos seres guardan entre sus cosas fotos familiares. Se da cuenta de que tienen recuerdos de infancias que no tuvieron. ¿Cómo es eso posible? Recuerdos implantados, le dice Tyrrell, para hacer verdad el slogan de la compañía: más humano que lo humano. La bella Rachel, a quien conoce en Tyrrell Corp., en verdad parece humana.
Ese detalle sin embargo, hace que el comportamiento de estos seres sea más imprevisible. Al final Deckard se enfrenta al más peligroso de todos: el líder Roy Batty, un fantástico ejemplar que combina fuerza, inteligencia y determinación. Un verdadero semidiós. Al final, el rasgo de humanidad del replicante le salva la vida a Deckard.
El monólogo de Hauer
Esta última secuencia es la más famosa de la película, es el monólogo final de Batty cuando siente que se le va la vida y hace una hermosa reflexión. Se cuenta que algunas de las últimas palabras pronunciadas por ese extraordinario ser fueron imaginadas por el propio Hauer y no estaban en el guión original.
Esto ya pertenece al mito de una película que ha sabido generar su propia leyenda.
¿Quiénes somos, de dónde venimos, hacia dónde vamos, cuánto tiempo nos queda? Son las eternas preguntas que nos hacemos los seres humanos. En unas cuantas líneas, Hauer resumió los dilemas morales de toda una generación, en un monólogo tan memorable como el de Hamnlet con la calavera, y tal vez más optimista. Su alma volará en las alas de un ave blanca como la certeza de la redención. Y las lágrimas se confundirán con la lluvia en el último instante.
Tomé prestado de Eloi Yagüe / Efecto Cocuyo
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