Vivimos en el desierto de la post modernidad en el que los espejismos de las redes sociales y las aplicaciones no lavan tu cerebro sino que lo programan. Somos algoritmos, somos los granos de arena que configuran el desierto post moderno. La economía de esta era necesita que todos consumamos para funcionar; a la vez que necesita que todos generemos data. Suena absurdo, pero está pasando. El consumidor post moderno queda retratado por los datos que el mismo genera. Lo interesante de este nuevo escenario es que se dan los datos se dan por buenos, sin tener en cuenta que las personas mienten, y pueden auto engañarse, generando una información no necesariamente cierta. Somos lo que fingimos.
Sucede que en esta nueva era conceptos como persona y data se transforman en sinónimos. Sabemos que las personas no son datos, sino emoción y circunstancia, pero no resulta tan sencillo. El nuevo sistema de puntaje personal en China hace quedar a Black Mirror como un capítulo de Bambi. El Sistema de Crédito Social (SCS) que China comenzó a probar en una docena de ciudades, y que espera que alcance a sus 1.386 billones de ciudadanos en 2020, establece un puntaje para cada persona. Según sea alto o bajo, y según oscile, ese número determina aspectos íntimos de la vida privada —como el acceso a descuentos para los servicios públicos o la negativa a inscribir a un hijo en una escuela de calidad—, con la forma de un mecanismo de premios y castigos.
El uso combinado de los algoritmos y de las máquinas es lo que está cambiando el desierto post moderno.
Pero las máquinas no entienden, aún, conceptos como mentir o engañar, y mientras ellas no puedan filtrar la verdad de la mentira, los datos estarán inevitablemente contaminados, y serán menos útiles de lo esperado.
Los mecanismos modernos de manipulación son cada vez más sofisticados. Y tan complejos que se camuflan también detrás de la algarabía de los “likes” que potencian tu excitación y tu felicidad. Se ha demostrado que las redes sociales provocan cambios en los neurotransmisores como la serotonina, la oxitocina, la testosterona la adrenalina y la dopamina. Esta última se libera cuando se recibe un ‘like’. De esta manera se activan los centros de recompensa y se incrementa la sensación de felicidad.
Cuando el Pew Research Center se dispuso a examinar los datos que se utilizan para permitir que los anunciantes dirijan anuncios a las personas que probablemente hagan clic en ellos, descubrió que el 74 por ciento de los estadounidenses ni siquiera sabía que eso existía, hasta la encuesta. Casi 9 de cada 10 (88 %) de los estadounidenses descubrieron que Facebook había generado material para ellos en la página de preferencias de anuncios, y 6 de cada 10 tenían 10 o más intereses listados para ellos.
Una vez que tuvieron la oportunidad de ver esta lista, una pequeña mayoría, el 51 por ciento, no se sentía cómoda con que Facebook recopilara esta información sobre ellos, según el informe. “Siempre encontramos que hay una paradoja en el centro de la investigación generalizada de la privacidad”, dijo Lee Rainie, director de investigación de tecnología e Internet en Pew.
Casi todos los usuarios en el mundo dicen que la privacidad es importante, pero se comportan de una manera que indica lo contrario.
En este asunto aparece la realidad de que todos, cada uno, tienen su propia línea roja cuando se trata de cuestiones de privacidad. Hay una especie de acuerdo no tácito de intercambio constante y fluido entre la privacidad (la data que ofrece y genera el usuario) y el beneficio que obtiene a cambio.
Mientras debatimos en ámbitos muy específicos nuestra relación con las nuevas tecnologías todo parece híper normalizado. Apenas si hay cuestionamientos acerca de un sistema que asume con naturalidad la entrega indiscriminada de información, de intimidad y de privacidad. Todo sea por poder usar las redes gratuitamente, por acceder a la comodidad de lo online sin importar a que precio. (...)
Hemos creado un ecosistema que devora datos y los transforma en beneficio, manipulación y moneda de cambio, para unos pocos. Pero todos lo sabíamos. Facebook es un monstruo, pero es un monstruo más entre tantos.
Pero no podemos achacar la culpa o la responsabilidad de nuestro presente post moderno a Facebook o al resto de titanes datalógicos porque mientras hablamos de futuro, casi nadie sabe dónde va, nadie explica o detalla cómo se va y mucho menos hay metas claras de porque ir en dicha dirección. Es por esto que necesitamos volver a despertar nuestra conciencia, recuperar el pensamiento de quiénes somos, qué es lo que buscamos, lo qué pretendemos y adónde queremos ir. Solamente haciéndonos conscientes de esto, podremos tomar las decisiones que creamos más acertadas de adónde y cómo queremos ir.
Las capacidades humanas (pensamiento crítico, empatía, entendimiento, etc.) nunca fueron tan necesarias para atravesar este desierto post moderno. El hombre es imperfecto, ya lo sabemos, y tendemos a depositar nuestra esperanza en la perfección de las máquinas, de los algoritmos. Sobre esta nueva realidad en la que depositamos nuestro futuro, nuestras decisiones, nuestros gustos, hábitos y conductas en las máquinas, hace tiempo que vengo haciéndome la misma pregunta:
¿Qué nos pasará como sociedad si el algoritmo se equivoca? (Más)
Ver:
Todo sobre algoritmos en PHARMACOSERÍAS
Andy Stalman es uno de los mejores expertos en Branding del Mundo. Tiene talento y carisma, y es considerado como “Mr. Branding” en varios países. Con una personalidad magnética se ha posicionado en puestos de liderazgo desde su juventud. Como un experto en marcas con más de 20 años de experiencia, ha desarrollado proyectos en más de 25 países.
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