“Es un poeta impresionante
porque puedes haber leído
un poema toda la vida
y, de pronto, lo coges y dices:
¡Ah, pero si esto estaba aquí!”
El pasado día 15, se cumplieron 80 años de la muerte de un autor —sus versos lo definen— ante cuyos mayos desarmados capitularon una noche los abriles grana; que se atrevió a decirle a Dios que no sabía ser Dios, y que era el hombre el Dios verdadero; que recordó las cavernas crueles de su ingratitud porque una tarde llovía en Lima y que habría sufrido el mismo dolor que sufría aunque su nombre no fuera César Vallejo. Pero que, casualidades de la vida, se llamaba César Vallejo.
“Me moriré en París con aguacero, /
un día del cual tengo ya el recuerdo. /
Me moriré en París —y no me corro— /
tal vez un jueves, como es hoy, de otoño.
Jueves será, porque hoy, jueves, que proso
estos versos, los húmeros me he puesto
a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto,
con todo mi camino, a verme solo.
César Vallejo ha muerto, le pegaban
todos sin que él les haga nada;
le daban duro con un palo y duro
también con una soga; son testigos
los días jueves y los huesos húmeros,
la soledad, la lluvia, los caminos...
César Vallejo entró en la historia el 15 de abril de 1938 en París. Llovía, pero era viernes. Casi acierta. (Más)
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