Las dos empresas, llamadas globales, son estadounidenses y consuman en Irlanda esta práctica llamada francesa. Lo que excitó a las multinacionales para acoplarse fue la bajada fiscal, el punto G del neoliberalismo hallado en los ochenta en las relaciones transoceánicas de Margaret Thatcher y Ronald Reagan, de inicio de la revolución sexual de la Economía promiscua, insaciable y desprejuiciada respecto a los orificios practicables. Irlanda excita a las multinacionales por su alta producción de baja fiscalidad en un entorno seguro, anglófono, occidental y cristiano.
El resultado de esta felación empresarial es un valor de 272.000 millones de euros, 110.000 empleados y una facturación anual de 60.000 millones. Los tres años siguientes no necesitarán vender muchas más píldoras azules ni toxina botulínica de tipo A para uso estético porque ya han calculado una reducción de 2.000 millones de dólares de su gasto base. Una buena cantidad que se quedan ellos y detraen a la comunidad. Como hacen negocio con el conjunto de los estadounidenses dejando de pagar unos servicios que seguirán utilizando, en la carrera a las primarias estadounidenses se escandalizan incluso patriotas antifiscales como Donald Trump, que califica la fusión oral de antipatriótica. En Irlanda puede que reduzcan empleo. Pero eso son cosas de gente. Y la gente les hace lo mismo que el sexo oral.
Javier Cuervo LNE 02.12.2015
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