Pues eso.
Que ya ha llegado el futuro y nosotros aquí, tan ricamente mirando la vida, los whatsapps y los trending topics que ha generado la película de Robert Zemeckis. Un fenómeno que ha traspasado lo anecdótico para ser una liturgia de masas. El día 21 de octubre todos celebramos el advenimiento de Marty McFly, “Doc” y Jennifer (la santísima trinidad) en su flamante Delorean volador. Algo que confirma que no, que lo nuestro no es un presente de subjuntivo. No es que seamos tontos, es que seguimos siéndolo. Sin remedio y con ganas. Y a mucha honra. Dicho esto, que la trilogía de Regreso al futuro es cine de culto no es nada nuevo. La calidad de las tres cintas no hace falta que la clame al cielo en arameo cualquier cinéfilo. Su éxito fue inmediato y a día de hoy sigue en los altares de otras grandes trilogías como la de El Padrino, Indiana Jones o El Caballero Oscuro.
Sin embargo, a pesar de que la vida real es poco utópica, resulta que viendo la película te das cuenta de que, con cierto retraso, vamos por el buen camino. O por lo menos en el campo de la medicina, que es el que nos ocupa. Y no me refiero a aquella broma que el bueno de “Doc” en la primera parte de Regreso al futuro clamará: “¡Seguro que en 1985 se puede comprar plutonio en la farmacia de la esquina, pero en 1955 es un poco difícil!”, sino a algo más sutil relacionado con la medicina personalizada. Ocurre al llegar por primera vez al 2015. Casi no se han bajado del coche y Emmett Brown le dice a Marty McFly con cierta gracia mareante:
“He ido a una clínica de rejuvenecimiento para una biorreparación orgánica. Me han quitado un par de arrugas, implantado pelo, cambiado la sangre... ¡Me han rejuvenecido 40 años! ¡Incluso me han cambiado el colon!”. Y ahí se queda uno, con la misma cara de lelo que el protagonista, pensando cuándo llegaremos a esto, a esta pretendida naturalidad, a beber ese elixir de la juventud.
Michael J. Fox, el actor que da vida a Marty, como ustedes sabrán padece parkinson y vive retirado del cinismo de Hollywood. Pero lejos de esconderse, sigue en activo como un héroe solidario que a través de su fundación (www.michaeljfox.org) y con la colaboración del Hospital Clínic de Barcelona, dedica su tiempo y dinero a investigar la enfermedad con ensayos clínicos. Pero la realidad de la medicina personalizada en 2015 “es más una promesa que una realidad”, señala Manuel Perucho, director del Instituto de Medicina Predictiva y Personalizada del Cáncer (http://www.imppc.org/). Él mismo opina lo siguiente:
“Este abordaje personalizado tiene su mayor impacto en la investigación más que en la práctica médica y los avances van a distinta velocidad dependiendo de las áreas de investigación y el cáncer quizás es la más avanzada. Creo que vamos hacia una manera diferente de practicar la medicina, explotando la información genómica del paciente, que cada vez es más accesible por los avances tecnológicos. Mi impresión (o predicción) es que habrá dos elementos cruciales: el mayor conocimiento del epigenoma – los factores que interactúan con los genes – y la importancia de la comunicación de los investigadores con los clínicos, a través de la posibilidad de tener acceso a la información por las historias médicas informatizadas de los pacientes”.
Dicho de otra manera, que en este campo vamos en el McLaren de Alonso y no en el Delorean de McFly. Pero qué demonios, todo llegará. A fin de cuentas con la misma paciencia, gracia y salero que hemos tenido para llegar al 2015 y compararnos con Regreso al futuro, cuando lleguemos al 3978 esperemos con ansia que nos gobiernen los simios. O esperen un momento, como dije antes, el futuro ya llegó...
Colabora:
(*) Pachu Torres, es filólogo, ilustrador y creativo freelance. Puede verse parte de su obra en la web www.pachumtorres.com Además comienza a dar sus primeros pasos en el campo de la visita médica. @pachumtorres
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