"Cuando oigo alguna de las cantatas de Bach,
me entran ganas de abrir la ventana
y gritar que la existencia si merece la pena"
Cuando trabajaba en Lucerna, había una pequeña iglesia cerca del lago en la que el organista tocaba piezas del maestro los domingos por la mañana. Era un momento mágico que jamás olvidaré.
Como tampoco la emoción que sentí al escuchar la sonata número 5 para clave y violín cuando entré por azar una tarde en la iglesi de los jesuitas de la ciudad suiza, en unos momentos de depresión en los que pensaba que nada merecía la pena.
Pedro G. Cuartango / Siempre nos quedará Bach
El Mundo 27.06.2015
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