

El acto -que el régimen de Pekín tachó de «farsa» que no «quebrará la resolución y confianza del pueblo chino»- no sólo quedó deslucido por la ausencia de Liu, sino por las de los representantes de los 15 países que cedieron a las presiones de Pekín, de los que Amnistía Internacional dijo que «deberían avergonzarse».

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