En teoría, la publicidad de la industria farmacéutica puede ser beneficiosa de varias formas:
a) por la distribución de la información y con ello mejorar la calidad de la prescripción;
b) por reducción de costes incrementando la elasticidad de precios;
c) incrementando la prescripción de fármacos que proporcionan mejores beneficios en salud; o
d) mejorando la coste-efectividad de los recursos sanitarios.
Spurling, Mansfield y col, acaban de publicar una revisión sistemática, que buscaba no sólo la asociación entre la exposición a la promoción de las compañías farmacéuticas y la cantidad de prescripción (evaluada en numerosos estudios anteriores), sino también la calidad (menos documentada) y los costes. En su búsqueda comprobaron que fue difícil encontrar estudios diseñados con alta calidad metodológica para evaluar la diferencia en la calidad de prescripción, a pesar de lo cual encontraron dos ensayos aleatorizados controlados (con faltas de información sobre el enmascaramiento de la aleatorización y el cegamiento) y estudios observaciones. Los resultados de los metaanálisis sólo se informaron cuantificados cuando la heterogenidad entre los estudios lo permitía, y en caso contrario se informó narrativamente el resultado de cada estudio individual.
De los 58 estudios incluidos en la revisión. 38 informaron una única unidad de análisis, de los cuales 25 (66%) hallaron una significativa asociación entre la exposición a la información desde la compañías farmacéuticas y una peor calidad, mayor frecuencia y mayores costes en la prescripción, 8 (21%) no hallaron asociación y 5 (13%) tuvieron múltiples medidas de y encontraron asociaciones significativas en algunas medidas pero no en otras. Los 20 estudios con más de una unidad de análisis informaron 49 unidades de análisis, de las cuales 21 (43%) encontraron asociaciones significativas, 24 (49%) no la encontraron y 4 (8%) hallaron resultados mixtos.
Conclusiones:
Las limitaciones de los estudios no permitieron a los autores alcanzar conclusiones definitivas acerca del grado en el que la información de las compañías farmacéuticas incrementa o disminuye la frecuencia, costes o calidad de las prescripciones. Por estas limitaciones los autores no pudieron desmentir la teoría de que la información de la industria es beneficiosa (en los términos expresados en el primer párrafo), pero hallaron poca evidencia para apoyarla y encontraron algunas evidencias de incremento de costes y disminución de la calidad de prescripción. Cualquier conclusión sobre el daño o beneficio para pacientes es especulativa porque ninguno de los estudios que encontraron examinaron resultados clínicos.
Una clara conclusión desde esta revisión es que no encontraron evidencia de mejoras netas en la prescripción asociadas con la exposición a la información desde las compañías farmacéuticas.
Algunos argumentan que los prescriptores tienen un deber ético de evitar la exposición a la promoción farmacéutica. Incluso la información promoción inefectiva puede ser dañina si derrocha el tiempo de los prescriptores o si el dinero invertido en la promoción incrementa el coste de los medicamentos. En ausencia de evidencia de mejora neta en la prescripción desde la exposición a la información promocional, los autores recomiendan que los médicos sigan el principio de precaución y por consiguiente eviten la exposición a la información de las compañías farmacéuticas, a menos que en el futuro surja evidencia de beneficio neto.
Con los comentarios del amigo Dr. Galo A. Sanchez
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