viernes, 22 de octubre de 2010

Flores de Bach: Moneda falsa...antiético.


Somos duramente críticos con terapias alternativas (homeopatía, etc...) que explotan esperanzas del desespero / situaciones de angustia.

Hoy "la dedicamos" a las "Flores de Bach"...



Si usted busca "bach flower remedies" en el banco de datos internacional Pubmed encontrará 17 resultados. Esto en sí ya constituye un mal síntoma. Si todavía se añade que en sólo cuatro de los 17 resultados se trata de revisiones sistemáticas, entonces como mínimo da mucho que pensar. Pero vayamos por partes.

De cómo Edward Bach inventó sus flores.

La terapia con flores de Bach pertenece a los sistemas terapéuticos que se inventaron entre 1700 y 1950 dentro del marco de la medicina alternativa. Su creador fue el médico británico Dr. Edward Bach, activo en los años 30 del siglo XX. El Dr. Bach especificó 38 plantas a las que asoció con 38 estados emocionales negativos. Así, por ejemplo, el álamo temblón se correspondería con el miedo a lo desconocido, o, dicho de otro modo, nomen est omen. Al haya se la relaciona con la intolerancia y el perfeccionismo. Bach sentía una especial predilección por el castaño, planta que aparece en tres de sus variaciones dentro de su lista. La idea fundamental de Bach es que las flores de Bach pueden contrarrestar las siete causas psíquicas de la enfermedad (miedo, inseguridad, soledad etc.), y que una terapia individualizada con ellas permite que el paciente recupere el equilibrio “psico-emocional”. Sin embargo, algunas de las reglas de su elaboración, considerando la época de creciente industrialización en la que vivimos, generan suspicacia. Las flores deben recogerse en estado fresco y, a ser posible, “cubiertas de rocío”. A continuación se las coloca dentro de un vaso que se rellena con agua de manantial y se las expone durante algunas horas a la luz solar. Si no se pueden emplear las flores, como por ejemplo en el caso del álamo temblón, entonces se hierven las ramas y las hojas. La tintura resultante, según el Dr. Bach, contiene una “energía floral” que no puede ser cuantificada.
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“Son menos problemáticas que los betabloqueadores o que los tranquilizantes”, en opinión de Gartlehner. Sin embargo, uno de los revisores por pares fue de otra opinión. Para él, el empleo de una medicina, cuando se ha comprobado que ésta no tiene ningún efecto, resulta completamente antiético.

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