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Y entre toda la pléyade de músicos románticos uno ocupa por derecho propio un lugar de privilegio, el compositor polaco Frédéric Chopin (nacido el 1 de marzo de 1810 -aunque sobre la fecha exacta sigue habiendo controversias- en Zelazowa Wola -cerca de Varsovia-, y muerto en París el 17 de octubre de 1849).
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En su círculo estaban artistas como Delacroix, Heine, Meyerbeer, Berlioz o Bellini. Dedicado a la docencia, gustaba de dar conciertos en salones para un público limitado. Siguieron sus viajes por Alemania, y en Leipzig conocerá a los Schumann, y a su vuelta a París se acrecentarían síntomas de tuberculosis. Después de otro viaje a Inglaterra conoce a la novelista George Sand, que preocupada por su salud lo lleva a Mallorca instalándose en la cartuja de Valldemosa durante unos meses antes de regresar de nuevo a la capital francesa. La dificultosa relación con Sand acabó en ruptura en 1847 y su carácter se volvió especialmente huraño. Mantuvo su vinculación con Londres y acabó muriendo en París dos años después rodeado de su hermana y varios amigos.
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Las composiciones de Chopin están centradas casi en su totalidad en el piano. Dos conciertos y alguna otra obra más para piano y orquesta, tres sonatas, veintisiete estudios, cuatro scherzos, cuatro baladas, veinticuatro preludios, tres impromptus, diecinueve nocturnos, un gran número de valses, polonesas y marzucas, una barcarola, una berceuse y una fantasía forman parte de su catálogo. En la mayor parte del mismo destaca su carácter introvertido y de exquisita sensibilidad. No es un compositor de alardes, sino que sus obras tienen gran dificultad porque exigen del intérprete técnica y pulsación perfectas acompañadas de una madurez interpretativa y un empleo imaginativo de los pedales, así como una aplicación muy precisa del rubato, que Chopin definía como «un ligero impulso o retención dentro de la frase de la mano derecha, mientras que el acompañamiento de la mano izquierda prosigue en tiempo estricto».
Chopin el genio romántico/Cosme Marina LA NUEVA ESPAÑA jueves 25 de febrero de 2010
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"Son solo cinco minutos" para escuchar la Fantasie Impromptu, Op 66.
Que mejor homenaje...!
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