jueves, 1 de diciembre de 2011

SIDA 30 años

El pasado mes de junio se cumplían 30 años de la aparición de una enfermedad que ha provocado decenas, centenares de miles de muertos en los países desarrollados, pero que ha atacado con más virulencia a los países en vías de desarrollo, donde las víctimas deben contarse por millones.

Además del coste en vidas humanas, el sida ha golpeado las conciencias de muchas personas, siendo el paradigama de la enfermedad global, y desatando una ola tremenda de solidaridad en la población de los países ricos, que han comprendido que la lucha contra esta enfermedad no consiste en poner barreras en las fronteras estatales y que debe ser enfrentada con un esfuerzo conjunto de la comunidad internacional, que aún debe mejorar, dado que la vacuna contra el sida, piedra angular para el éxito de esta lucha, sigue sin alcanzarse.


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Antirretrovirales y Patentes

La falta de opciones terapéuticas contra el virus puso en marcha numerosas iniciativas, que no cristalizaron hasta 1987, en que la Agencia de Medicamentos y Alimentos (FDA) estadounidense aprueba el primer fármaco efectivo contra la enfermedad: el AZT o zidovudina, comercializado como Retrovir(R) por Burroughs Wellcome (hoy Glaxo). A este primer medicamento antirretroviral (ARV) seguirían otros, si bien, el tratamiento de la enfermedad no estaría bien asegurado hasta la aparición de los inhibidores de la proteasa en 1996. Con todo, estos medicamentos sólo estarían al alcance de los pacientes del mundo desarrollado; en los países en vías de desarrollo y de forma trágica en los más empobrecidos, el acceso a estos medicamentos no tiene lugar ni siquiera hoy.

Uno de los aspectos que más polémica ha desatado en este caso es la aplicación de las reglas de la OMC y en concreto de los acuerdos ADPIC relativos al sistema de patentes a estos fármacos, que conduce a unos precios altos que los hace inalcanzable a las poblaciones de muchos países. De hecho, la lucha contra la patente del AZT fue el estandarte que enarbolaron muchos grupos de activistas en todo el mundo, que contaron incluso con el apoyo de Jerome Horowitz, descubridor del AZT en 1964, 21 años antes de su segundo patentamiento por Wellcome.

Un aldabonazo fue la oferta de los genéricos de estos medicamentos realizada por la empresa india CIPLA a Médicos Sin Fronteras en 2001, que ha ido ampliándose permitiendo que muchos países y organismos de la ONU como UNICEF, OMS, ONUSIDA y otros dispusiesen de ARV de calidad a precios reducidos. (Más)

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