sábado, 3 de septiembre de 2011

Palabras: Nanotecnología



Nanotecnología

Para desarrollar la nanotecnología han sido necesarias muchas disciplinas. La más esencial ha sido la Química y en especial la química supramolecular. Aquí la cosa se complica y es para expertos muy expertos. Dejemos que intervenga la fe. Si lo que unimos son moléculas orgánicas en forma de árbol, formaremos un dendrímero y, dada la naturaleza porosa de su entramado molecular, podrá incluir fármacos o anticuerpos en su interior. Imaginemos –más fe todavía– una nanopartícula que, como un diminuto submarino, navega por el torrente sanguíneo de modo que, por su pequeñísimo tamaño, nunca podrá taponar un conducto, llegará hasta su diana y actuará allí y solo allí.

Para obtener estos milagrosos submarinos hay que trabajar en un laboratorio moderno y bien equipado, donde los nuevos «alquimistas» preparan disoluciones y reactivos apropiados y sintetizan nanopartículas a partir de distintos materiales.

Las aplicaciones de la nanotecnología son múltiples. Se pueden utilizar nanomoléculas para obtener distintos materiales más fuertes, y con ellos fabricar coches y aviones con una resistencia a prueba de accidentes. ¿Maravilloso? ¿Ciencia ficción? Casi increíble, aunque parece que ya se están logrando este tipo de milagros...

¿Son las nanopartículas un logro del siglo XX? Cuentan que ya en el siglo IV a. de C. hubo nanotecnólogos; naturalmente, sin saber que lo eran. Existe una copa romana de esta época en el Museo Británico de una gran belleza; es la copa de Licurgo. A simple vista solo se observa una escena mitológica, pero si se ilumina desde dentro adquiere colores maravillosos. No es cosa de brujería, son nanopartículas de plata y oro. Algo parecido pasa con las vidrieras de las catedrales... y aquellos artesanos no sabían lo que manejaban ¿Llegó a sospecharlo Paracelso?

Imagen:City of words/Vito Acconci

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