
El bálsamo de Fierabrás es una bebida medicinal, energética, vigorizante, potenciador sexual y hasta lubricante que saben fabricar todos los caballeros andantes del mundo.
Se dice que si un hombre es partido en dos, basta con untar parte del bálsamo en ambas mitades, unirlo antes de que el cuerpo se enfríe y vendarlo, a la mañana siguiente el herido se levantará como si nunca lo hubiera atravesado una espada.
Sacado de "El Ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha"
Ingredientes:
1/4 de taza de romero
5 cucharaditas de aceite
Sal al gusto
5
Preparación:
Mezclar todo y ponerlo al fuego hasta que hierva. Luego poner todo en una aceitera de hoja de lata y rezarle más de ochenta padres nuestros, otros tantos aves marías, salves y credos. Cada palabra acompañada de una cruz a modo de bendición.

Hecho esto, quisó él mismo hacer luego la experiencia de la virtud de aquel precioso bálsamo que él se imaginaba; y así se bebió de lo que no pudo caber en la alcuza, y quedaba en la olla donde se había cocido casi media azumbre, y apenas lo acabó de beber cuando comenzó a vomitar de manera que no le quedó cosa en el estómago, y con las ansias y agitación del vómito le dió un sudor copiosísimo, por lo cual mandó que lo arropasen y le dejasen solo. Hiciéronlo así, y quedóse dormido más de tres horas, al cabo de las cuales despertó, y se sintió aliviadísimo del cuerpo, y en tal manera mejor de su quebrantamiento, que se tuvo por sano, y verdaderamente creyó que había acertado con el bálsamo de Fierabrás, y que con aquel remedio podía acometer desde allí adelante sin temor alguno cualesquiera riñas, batallas y pendencias, por peligrosas que fuesen. Sancho Panza, que también tuvo a milagro la mejoría de su amo, le rogó que le diese a él lo que quedaba en la olla, que no era poca cantidad. Concedióselo Don Quijote, y él tomándola a dos manos con buena fe y mejor talante, se la echó a pechos, y se envasó bien poco menos que su amo. Es, pues, el caso que el estómago del pobre Sancho no debía de ser tan delicado como el de su amo, y así primero que vomitase le dieron tantas ansias y bascas con tantos trasudores y desmayos, que él pensó bien y verdaderamente que era llegada su última hora, y viéndose tan afligido y acongojado, maldecía el bálsamo y el ladrón que se lo había dado. Viéndole así Don Quijote le dijo: Yo creo, Sancho, que todo este mal te viene de no ser armado caballero, porque tengo para mí que este licor no debe de aprovechar a los que no lo son. Si eso sabía vuestra merced, replicó Sancho, mal haya yo y toda mi parentela, ¿para qué consintió que lo gustase?"
M. de Cervantes Don Quijote de la Mancha, cap. XVII
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