Un documento recientemente filtrado de Goldman Sachs, uno de los grupos de inversión más importantes del mundo, y que se suponía iba dirigido exclusivamente a sus clientes, ha levantado una gran polémica en todo el mundo. ¿La razón? Decir por escrito y en voz alta una perogrullada que casi todos sabemos pero que pocos se atreven a decir:
Las farmacéuticas se centran en la rentabilidad para el desarrollo de medicamentos y, por tanto, hay muchos más recursos puestos en tratamientos crónicos que en tratamientos curativos.
"Is curing patients a sustainable business model?"
analysts ask in an April 10 report entitled
"The Genome Revolution."
Estos son algunos de los fragmentos más jugosos del controvertido informe con el título "La revolución del genoma":
"¿Es curar a los pacientes un modelo de negocio sostenible? [...]
El potencial para administrar curas en una sola dosis es uno de los aspectos más atractivos de la terapia génica, la terapia con células modificadas genéticamente y la edición genética. Sin embargo, tales tratamientos ofrecen una perspectiva muy diferente con respecto a los ingresos recurrentes en comparación con las terapias crónicas. Mientras esta propuesta conlleva un increíble valor para los pacientes y la sociedad, podría representar un desafío para los desarrolladores de la medicina genómica que buscan un flujo de dinero mantenido".
También comentan el famoso caso del tratamiento curativo de la hepatitis C de Gilead, Sovaldi. Paradójicamente (o de sentido común, según se mire), la gran eficacia curativa de este tratamiento en los pacientes ha hecho que los beneficios de este medicamento se desplomen conforme se iban curando. Básicamente, este tratamiento está muriendo económicamente por su éxito médico.
Es sólo un ejemplo paradigmático más de que lo que puede ser mejor para la sociedad no tiene por qué serlo para una empresa. Y si hay que especular con el cáncer para ganar más dinero, pues se especula. Porque por mucho que las potentes secciones de marketing de las empresas farmacéuticas insistan en vendernos la moto como si fueran hermanitas de la caridad, la realidad es que están ahí para ganar dinero principalmente. Que la humanidad se beneficie más o menos de ello es algo colateral.
Precisamente por estos obvios conflictos de intereses entre las farmacéuticas y la sociedad, por un lado y, por otro, la visión en el horizonte de tratamientos curativos muy prometedores como la herramienta de modificación genética CRISPR, somos cada vez más las voces que defendemos la creación de farmacéuticas públicas, centradas en la sociedad y no en los beneficios, de la misma forma que tenemos una Sanidad pública.
Ver:
CRISPR terapia para la "eterna juventud".
La idea podría sonar extravagante e incluso delirante en un primer vistazo, pero las principales barreras para la creación de farmacéuticas públicas no son de medios sino de voluntad política y apertura de mente. Además, no faltan los datos que respalden esta postura y animen a llevar adelante su creación. Por ejemplo, la amplia mayoría de la investigación de los tratamientos más novedosos comienzan en sus primeras fases en entidades públicas, con fondos públicos (universidades, centros de investigación...). Cuando ya un determinado tratamiento es lo suficientemente prometedor como para llevarlo a ensayos clínicos en humanos es entonces cuando las grandes farmacéuticas se interesan, negociando de diferentes formas para "adquirir" dicho producto, beneficiándose de todo el dinero invertido años atrás.
Hay que tener en cuenta que la investigación básica no suele y no tiene por qué ser rentable. La absoluta mayoría de tratamientos en fases tempranas de investigación se quedan en nada y por ello, precisamente, a las farmacéuticas les resulta poco atractivo este enfoque. Es mucho más sencillo y rentable dejar que las instituciones públicas hagan el trabajo sucio y poco rentable hasta que encuentren algo que merezca la pena y así comprarlo para venderlo posteriormente.
¿Por qué no crear una farmacéutica pública que continúe el trabajo de investigación y venda a precios asequibles lo que ya se ha investigado previamente con dinero público? Los márgenes de beneficio de las farmacéuticas son brutales. El precio de lo que vale producir un medicamento se puede multiplicar cientos o miles de veces para su venta, especialmente durante la etapa de patente (20 años). Una farmacéutica pública no tendría necesidad de vender sus fármacos a precios tan inflados pues no habría ánimo de lucro.
Ver:
Salud, pobreza y patentes. / Pascual Maragall: Fondo Mundial de Rescate de Patentes
Por otro lado, las farmacéuticas públicas podrían arriesgarse más que las privadas en la búsqueda de tratamientos curativos, para enfermedades raras o enfermedades de países pobres, porque no tendrían a unos inversores a los que rendir cuentas. Y también tratamientos extremadamente caros de desarrollar y probar en pacientes como la terapia celular, que muchas farmacéuticas no quieren tocar ni con un palo por la cantidad de complicaciones que suponen para tener un retorno económico, podrían tener más posibilidades de investigarse en fases más avanzadas.
Como ventaja adicional frente a las farmacéuticas privadas, las farmacéuticas públicas no tendrían interés, en un principio, en maquillar los resultados de los ensayos clínicos (o cometer fraude) para que resulten más atractivos sus medicamentos. ¿Para qué, si no hay beneficio? Serían mucho más trasparentes y los ensayos clínicos tendrían lugar igualmente en hospitales públicos (que las farmacéuticas privadas usan también para sus propios ensayos).
Toda esta idea de crear una farmacéutica pública no es sólo una fantasía. En Estados Unidos, más de 450 hospitales se han unido para crear una compañía farmacéutica sin ánimo de lucro, para producir medicamentos genéricos, como una medida extrema para luchar contra la escasez y altos precios de éstos causados por la industria privada. Si los habitantes del país capitalista líder en el mundo se han dado cuenta de las ventajas de las farmacéuticas públicas (y de los peligros que supone dejar la salud en manos de compañías privadas), ¿por qué no llevarlo adelante en simbiosis con una sanidad pública? De llevarse a cabo, probablemente nos preguntaríamos años después por qué no tomamos la decisión mucho tiempo antes. (Ver)
(*) Esther Samper Licenciada en Medicina y Máster en Biotecnología Biomédica. Realiza en la actualidad un doctorado en Ingeniería Tisular Cardiovascular en Medizinische Hochschule Hannover. Desde 2005 ha participado y colaborado en la divulgación de temas de salud y biomedicina desde múltiples frentes: soitu.es, MedTempus, El País, Naukas, rtve.es
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