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Había crecido en un ambiente religioso y conservador, no tenía problemas en defender su voto a George W. Bush y la decisión de atacar Irak ni en burlarse de todo lo establecido. Llevaba casado desde 1978 con Sheila Berger, que fue directora de arte de la revista Harper, con la que tuvo dos hijos. En los últimos años vivía bastante retirado de los focos en su lujoso piso del Upper East Side, pero nunca, ni en sus últimas apariciones, se le podía ver sin esos elegantes trajes blancos y sombreros, marca de la casa.
La puntuación hiperbólica y el uso histriónico de las onomatopeyas han envejecido peor, pero su forma de narrar la vida, en textos de largo aliento, prolijos en detalles, y aun así llenos de energía, es adorada en las facultades de periodismo, donde El nuevo periodismo sigue siendo un manual de referencia. El nuevo-nuevo periodismo, el que empezaba a adaptarse a la revolución digital, sin embargo, no acababa de gustar a Wolf de los últimos años, quien lo veía sinónimo de prisas y brevedad, incompatibles con su concepción del relato. También abominaba del uso de la primera persona. (Más)
“La muerte es el último viaje, el más largo y el mejor”
“La mayoría de las veces que pensamos estar enfermos, lo creamos en la mente”
"Y al salir de sus efectos se daba cuenta de que gran parte de lo que había escrito no era sino broza desechable. Pero ciertos trozos (...) entrañaban una visión genuina, un barrunto de lo que podríais ver, amigos míos, si lograrais abrir las puertas de la percepción.
"
Ponche de ácido lisérgico" (1968)
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