domingo, 27 de noviembre de 2016

El ratoncito Ibuprofeno / J.J. Millas


En el taller de escritura, Marina lee un texto sobre su mesilla de noche. 

Dice que es un cajón de frutas que barnizó y al que colocó una balda en medio para convertirlo en una pequeña librería de dos pisos para libros de bolsillo. Puso encima una lámpara de Ikea con una bombilla de bajo consumo y, junto a ella, la novela que estuviera leyendo, además de una caja de ibuprofenos, pues en la cama le dolía la espalda. En ese mueble artesanal, cuenta Marina, se instaló a vivir un ratoncito que no molestaba nada, aunque mordía los bordes de los libros. Dice que decidió llamarlo Ratoncito Pérez y que le proporcionaba mucha compañía. 

Un día Ratoncito Pérez amaneció muerto junto a la caja de ibuprofenos
Cuando lo cogió, su cuerpo todavía estaba caliente. Dice que lo enterró en un tiesto donde hacía meses había plantado el hueso de un aguacate. La planta creció bien, quizá a expensas de Pérez, y dio un fruto, uno solo, con el que Marina se hizo un guacamole. Dice que el guacamole sabía a ratón y que se lo comió todo y rebañó con una miga de pan lo que había quedado en el fondo y en las paredes del bol. Dice que se fue a la cama y que durmió como nunca, aunque se olvidó de tomarse el ibuprofeno. Dice que desde entonces no necesitó tomar ningún tipo de analgésico.(Más





Juan José Millás 13.11.2016

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