domingo, 17 de septiembre de 2017

Leonora Carrington y la "esclavitud" del Cardiazol...


¿Tiene usted idea de cómo es 
el Gran Mal epiléptico? 
Pues una cosa así 
provoca el Cardiazol.
Leonora Carrington, 1948

La entregan, como un cadáver, 
al psiquiátrico del Dr. Morales, 
una casa jardín en Valdecilla. 
Su destino no buscado. 
Es atada de pies y manos. 
Medicada con Cardiazol
equivalente al electrochoque. 
Una caída al abismo. 
Una locura forzada.
El País 11.8.2017


El Cardiazol es una droga utilizada con anterioridad a la terapia del electroshock que intenta estimular la actividad cerebral al máximo. Este tipo de droga, muy utilizada en el pasado, ha quedado como mero tratamiento histórico. 


El Cardiazol provoca convulsiones similares al «gran mal epiléptico» y dada en dosis superiores –como en el caso que nos ocupa pues a esta dosis siguieron dos más– puede traer consigo la muerte del paciente. Que a Carrington se le administraran varias dosis de Cardiazol se nos presenta como algo contradictorio, más teniendo en cuenta que la autora inglesa no era, a ojos de su médico, una enferma mental, sino que padecía de «locura “sintomática”»: 

 J.S.: ¿Por qué trató a Carrington con drogas si pensaba que no sufría una enfermedad mental? 

L.M.: Usé Cardiazol como substituto químico del electroshock. 
El Cardiazol era una droga austriaca de origen judío que ayudaba a descargar. Leonora necesitaba relajarse. 
La usé médicamente como tratamiento para la Leonora creativa. El arte, si no se canaliza bien provoca todo tipo de enfermedades: respiratorias, intestinales o mentales. 
En el caso de Leonora Carrington fue esquizofrenia sintomática. (Morales en Salmerón Cabañas, 2002, p.88).
...

El Cardiazol, como instrumento médico de canalización artística, había surtido efecto. Leonora, tras los espasmos, había comprendido que había sido dominada.  
A partir de este momento su comportamiento, carente de esperanza por una pronta liberación, se mostró obediente, «me confesé a mí misma que un ser lo bastante poderoso como para infligir tal tortura tenía que ser más fuerte que yo; admití la derrota, mía y del mundo que me rodeaba, sin esperanza de liberación» (Carrington, 1995 [1943], p. 32).



 Leonora acaba su relato de fecha miércoles, 25 de agosto de 1943 plasmando su desesperación. La docilidad y la obediencia de la que la autora habla es el resultado lógico de la tristeza de saberse sometida a una voluntad superior a la suya. En estos momentos deja de creer en su poder para liberar al mundo de la banda de Van Ghent. El Cardiazol había conseguido esclavizarla, «Podían hacer lo que quisieran conmigo: me mostré obediente como un buey» (Carrington, 1995 [1943], p. 32).

JUEVES, 26 DE AGOSTO DE 1943

Como contraposición al martes y al miércoles Leonora no comienza su escritura con las dudas acerca de la veracidad de unos hechos traumáticos. En esta ocasión sus dudas se transforman en una visión, en un sueño tenido con anterioridad a la inyección de Cardiazol:



El lugar parecía el Bois de Boulogne; yo estaba en lo alto de una pequeña loma rodeada de árboles; a cierta distancia, debajo de mí, en el camino, había una valla como las que había visto a menudo en la feria caballar; a mi lado había dos grandes caballos atados el uno al otro; yo esperaba impaciente a que saltaran la valla. Tras largas vacilaciones, saltaron y bajaron la ladera al galope. De repente, se separó de ellos un pequeño caballo blanco; desaparecieron los dos caballos grandes, y no quedó nada en el sendero salvo el potro, que cayó rodando hasta abajo, donde quedó tendido de espaldas, moribundo. 
El potro blanco era yo. 
 (L.Carrington, 1995 [1943], p. 33).

La razón, el potro blanco o Leonora sometidos a la fuerza bruta, al Dr. Morales, pero únicamente, en apariencia. 
Leonora anticipó la caída que el Cardiazol le produciría. 

...

Sus salidas vinieron acompañadas también por el deseo del Dr. Morales de que Leonora retomara su afición a la lectura. Él creía que, en estos momentos, la artista recuperaba la cordura. Pero no se le dejó elegir sus lecturas y esto provocó en Carrington un nuevo ataque que le llevó, irremediablemente, a una nueva dosis de Cardiazol



«En medio de mis convulsiones, reviví mi primera inyección, y sentí de nuevo la atroz experiencia de la dosis original de Cardiazol: ausencia de movimiento, fijeza, realidad espantosa» 
(Carrington, 1995 [1943], p. 47).  



Con notas tomadas de:
Leonora Carrington y sus memorias
Una experiencia de violencia y locura/ Mª Juncal Caballero G.






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