domingo, 19 de mayo de 2013

Wagner 200.

Por fin el «año Wagner» (1813-1883). Acaso ningún otro compositor en toda la historia de la música occidental ha levantado tantas pasiones como él. Se le venera o se le odia. Aunque también es posible sentir ambas cosas a la vez.

Su genio es indiscutible. La magia de su música, su capacidad envolvente, su poder de seducción están fuera de discusión. Como lo está su genio innovador. Sin él no se comprende a Mahler, a Bruckner y a todos los que los siguen. Fue un genio de la instrumentación a quien debe todo la orquesta moderna.



Como persona no fue, sin embargo, un dechado de virtudes. Es algo que tiene, ¡ay!, en común con otros genios. Era un ególatra incapaz de tolerar que le contradijeran. Despilfarrador como pocos, tras sus inicios revolucionarios y anarquistas, que le llevaron a las barricadas en Dresde, tuvo que huir más de una vez de sus acreedores y otras se salvó gracias a la generosidad de mecenas como Liszt y, sobre todo, el rey «loco», Luis II de Baviera, que financió su gran sueño, la construcción del teatro de la Verde Colina, en Bayreuth, templo dedicado exclusivamente a su música.

Adúltero, sedujo a la esposa del gran director de orquesta y admirador suyo Hans von Bülow, la hija ilegítima de Liszt, Cosima, con la que terminaría casándose. Y fue tremendamente ingrato con su colega Giacomo Meyerbeer, a quien tras haberle pedido ayuda en sus difíciles comienzos como compositor arrastró por el lodo, al igual que a Felix Mendelssohn, en su ensayo «El judaísmo en la música». Es éste un odioso panfleto que le ha valido justamente la enemistad de quienes, aunque se profesen admiradores de su música, condenan su visceral antisemitismo, que tan bien supo explotar el régimen nacionalsocialista. La Filarmónica de Israel se ha negado hasta hoy a incluir obras suyas en sus programas. El músico de origen judío Daniel Barenboim causó una gran polémica en ese país cuando en 2001, al frente de la Staatskapelle de Berlín, interpretó allí durante un concierto y tras avisar al público, por si alguien quería abandonar la sala, el preludio de «Tristán e Isolda». (Más)

Wagner el seductor / Joaquín Rábago, La Nueva España 22.1. 2013



Esta semana (22 mayo) se cumplirían 200 años de su nacimiento

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